Hay mucha información disponible. Es un hecho. Pero a veces solo vemos la información en ciertos «grupos» que confirma lo que ya pensamos. A esto se le llama «cámara de eco».
Las cámaras de eco son como burbujas donde solo entran las opiniones parecidas a las nuestras. Dentro de la burbuja, nuestras ideas se refuerzan una y otra vez. Surgen porque los humanos tenemos la necesidad natural de pertenecer a grupos con ideas similares a las propias.
Nos gusta estar con gente que piensa como nosotros. Surgieron de nuestra innata necesidad humana de pertenencia, de identificarnos con un grupo que comparte nuestras perspectivas. Si bien en el pasado las cámaras de eco podían manifestarse en clubes o círculos sociales, en la era digital el fenómeno ha cobrado magnitud.
Empresas como Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin y YouTube utilizan algoritmos para personalizar nuestro contenido según nuestras preferencias. Como resultado, solemos ver y consumir solo lo que ya creemos, aislando nuestra mente de opiniones alternativas. Incluso en plataformas profesionales como LinkedIn, donde esperaríamos más diversidad, notamos que muchos evitan contradecir para no ofender..
Las cámaras de eco en LinkedIn
LinkedIn han adquirido un papel protagónico en la formación de opiniones y en la creación de redes profesionales. Si bien esta plataforma ofrece oportunidades sin precedentes para la conexión y el aprendizaje, también se ha transformado en un caldo de cultivo para las «cámaras de eco».
Como resultado, solemos ver y consumir solo lo que ya creemos, aislando nuestra mente de opiniones alternativas. Incluso aquí donde esperaríamos más diversidad, notamos que muchos evitan contradecir para no ofender.
Para ilustrar el poder de las cámaras de eco, recordemos el mito del conejo de pascua o el viejo pascuero. Muchos crecimos creyendo en él hasta enfrentarnos a la fatidica y triste realidad. Este sencillo ejemplo muestra cómo, al aislarnos de diferentes perspectivas, nuestra capacidad para discernir la realidad puede verse comprometida.