En poco más de 300 páginas, Ha-Joon Chang nos presenta un análisis crítico de los mitos más extendidos en torno al capitalismo.
Chang, un economista con doctorado de la Universidad de Cambridge, cuestiona abiertamente el libre mercado, pero enfatiza que no está en contra del capitalismo en sí. Simplemente, pone de manifiesto los problemas serios en la perspectiva defendida por los partidarios del libre mercado.
Como él mismo dice: «Este libro no es un manifiesto anticapitalista. «Sí, critico la ideología del libre mercado, pero eso no significa que me oponga al capitalismo en sí.» «A pesar de sus problemas y limitaciones, creo que el capitalismo es el mejor sistema económico que hemos inventado hasta ahora.»
Lo que Chang critica es la versión específica del capitalismo que ha prevalecido en las últimas tres décadas, es decir, el capitalismo del libre mercado.
Por un lado, los argumentos de Ha-Joon Chang me resultaron interesantes. Por otro lado, a veces tuve la impresión de que el autor podría estar distorsionando ciertos aspectos.
Te presento las 10 mejores ideas
1. No existe tal cosa como un mercado libre
La noción de un «mercado libre» es uno de los mitos más arraigados en el capitalismo moderno. Chang argumenta que todos los mercados están regulados de alguna manera, y que las reglas que los rigen son el resultado de decisiones políticas y sociales, no de algún principio económico universal.
Por ejemplo, prohibir el trabajo infantil o la venta de órganos humanos son formas de regulación que definen lo que es aceptable en un mercado. Si bien los defensores del libre mercado, como Milton Friedman, sostienen que cualquier intervención del gobierno distorsiona la eficiencia del mercado, Chang nos recuerda que los mercados siempre han operado bajo ciertas restricciones, las cuales reflejan los valores y prioridades de una sociedad en particular.
En la práctica, esto significa que el debate sobre los mercados no es sobre si deben ser regulados, sino sobre cómo y por quién. Esta idea es fundamental para entender que el capitalismo no es una fuerza natural e inevitable, sino un sistema construido por decisiones humanas. Esta perspectiva permite cuestionar las normas existentes y abre la puerta a posibles reformas que podrían hacer que los mercados funcionen de manera más justa y equitativa.
2. Las empresas no deberían ser dirigidas en interés de sus propietarios
Uno de los pilares del capitalismo es la idea de que las empresas deben maximizar el valor para los accionistas, lo que generalmente significa aumentar las ganancias a corto plazo.
Sin embargo, Chang desafía esta noción, argumentando que las empresas, como instituciones sociales, deberían ser administradas en beneficio de todas las partes interesadas, incluidos los empleados, clientes y la comunidad en general. Esta idea se alinea con enfoques alternativos como la economía del bienestar y las teorías de la responsabilidad social corporativa, que sostienen que las empresas tienen un papel más amplio en la sociedad que simplemente generar beneficios para los accionistas.
En lugar de centrarse únicamente en los accionistas, las empresas deberían considerar el impacto a largo plazo de sus decisiones en todas las partes interesadas.
Por ejemplo, una empresa que invierte en la formación y bienestar de sus empleados podría sacrificar beneficios a corto plazo, pero a largo plazo, es probable que se beneficie de una fuerza laboral más leal y productiva. Este enfoque no solo es más ético, sino que también podría ser más sostenible y rentable a largo plazo.
3. La mayoría de la gente en los países ricos está sobrevalorada
Chang sostiene que la gente en los países ricos tiende a recibir salarios que no siempre reflejan su verdadera productividad, en parte debido a las barreras que limitan la competencia internacional.
Mientras que los trabajadores en países en desarrollo a menudo realizan trabajos igualmente exigentes o complejos, reciben una fracción de lo que ganan sus contrapartes en países ricos. Esto no es solo una cuestión de eficiencia económica, sino también de justicia.
El autor señala que los altos salarios en los países desarrollados no se deben necesariamente a una mayor habilidad o productividad, sino a factores como las políticas de inmigración restrictivas y la capacidad de los países ricos para proteger sus mercados laborales de la competencia global.
Esta desigualdad salarial perpetúa la pobreza en los países en desarrollo y alimenta la desigualdad global. Si los mercados laborales fueran verdaderamente competitivos a nivel mundial, los salarios en los países ricos probablemente disminuirían, mientras que los de los países en desarrollo aumentarían.
4. El lavavajillas es una mayor revolución tecnológica que Internet
Chang utiliza este ejemplo provocativo para cuestionar la manera en que evaluamos la importancia de las innovaciones tecnológicas. Aunque Internet ha transformado muchas facetas de nuestras vidas, Chang argumenta que la introducción de electrodomésticos como el lavavajillas tuvo un impacto más significativo en la vida cotidiana, liberando tiempo y reduciendo la carga de trabajo doméstico, especialmente para las mujeres.
La idea aquí es que la revolución tecnológica no siempre está en las innovaciones más llamativas o avanzadas, sino en las que realmente cambian la vida de las personas en un sentido práctico y cotidiano.
Esto sugiere que a veces subestimamos el valor de ciertas tecnologías simplemente porque no son tan visibles o emocionantes como otras. Este punto también resalta la importancia de considerar quién se beneficia de las innovaciones tecnológicas y cómo estas afectan la vida diaria de las personas comunes.
5. El capitalismo no es necesariamente lo mejor para la economía
Contrario a lo que muchos economistas convencionales afirman, Chang argumenta que el capitalismo, tal como se practica en la mayoría de los países hoy en día, no es necesariamente la mejor manera de organizar una economía.
Señala que otras formas de organización económica, como el socialismo democrático o las economías mixtas con una fuerte participación estatal, han producido resultados económicos igualmente buenos, si no mejores, en términos de equidad, estabilidad y bienestar social.
El capitalismo tiene muchas variantes, y el tipo de capitalismo que se ha promovido desde los años 80 es solo una de ellas. Este tipo de capitalismo, enfocado en la desregulación, la privatización y la liberalización, ha generado una serie de problemas, como la creciente desigualdad y la inestabilidad financiera. Al reconocer que el capitalismo no es monolítico, Chang nos invita a considerar alternativas que podrían corregir estos defectos y ofrecer un sistema económico más justo y eficiente.
6. Los países más pobres no están condenados a ser pobres
Chang desafía la noción de que la pobreza en los países en desarrollo es el resultado de factores inmutables como la cultura, la geografía o la falta de recursos naturales. En cambio, argumenta que la pobreza es en gran medida un producto de decisiones políticas y económicas tanto internas como externas.
Cita ejemplos de países que han logrado un rápido desarrollo económico mediante la adopción de políticas industriales activas y la protección de ciertos sectores de la economía.
Esta idea es poderosa porque sugiere que los países pobres tienen la capacidad de cambiar su destino a través de políticas deliberadas y estratégicas.
No están atrapados en la pobreza por fuerzas fuera de su control, sino que pueden, con las políticas correctas, seguir un camino de desarrollo que les permita mejorar significativamente el nivel de vida de su población. Este enfoque contrasta con la narrativa dominante que a menudo responsabiliza a los propios países pobres por su situación.
7. Los gerentes profesionales no siempre hacen mejor trabajo que los burócratas
Una de las creencias más extendidas en la economía moderna es que las empresas privadas, dirigidas por gerentes profesionales, son más eficientes que las organizaciones públicas gestionadas por burócratas. Sin embargo, Chang cuestiona esta suposición, argumentando que los burócratas, con los incentivos adecuados, pueden ser tan eficientes como los gerentes privados, si no más, en la gestión de recursos y la implementación de políticas.
Chang presenta ejemplos de países donde la intervención estatal en la economía ha sido clave para el éxito económico. En muchos casos, los burócratas han desempeñado un papel fundamental en la planificación y ejecución de estrategias de desarrollo que han llevado a un crecimiento sostenido. Esto sugiere que la eficiencia no es una característica inherente del sector privado, sino que depende del contexto y de cómo se gestionan las organizaciones
8. El estado tiene un papel fundamental en el desarrollo económico
Contrariamente a la doctrina neoliberal que aboga por un estado mínimo, Chang sostiene que el estado debe desempeñar un papel central en el desarrollo económico. El estado puede coordinar inversiones a largo plazo, proteger industrias emergentes y garantizar que el crecimiento económico se distribuya equitativamente entre la población. Este enfoque ha sido clave en el éxito de muchas economías asiáticas, donde el estado ha jugado un papel activo en la dirección del desarrollo económico.
El autor también subraya que los mercados por sí solos no son suficientes para resolver problemas complejos como la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental.
El estado, con su capacidad de intervenir en la economía de manera planificada y deliberada, es esencial para abordar estos desafíos de manera efectiva. Esta idea desafía la creencia de que el mercado libre es siempre la mejor solución y sugiere que, en muchos casos, la intervención del estado es no solo beneficiosa sino necesaria.
9. La igualdad de oportunidades no es suficiente para crear una sociedad justa
Uno de los principios fundamentales del liberalismo es la igualdad de oportunidades, pero Chang argumenta que esto no es suficiente para garantizar una sociedad justa. Aunque todos puedan tener las mismas oportunidades en teoría, las diferencias en el acceso a recursos como la educación, la salud y la riqueza heredada significan que en la práctica, las personas no compiten en igualdad de condiciones. Esto perpetúa la desigualdad y dificulta la movilidad social.
Para Chang, una sociedad justa no solo debe proporcionar igualdad de oportunidades, sino también tomar medidas activas para nivelar el campo de juego.
Esto podría incluir políticas redistributivas, como impuestos más altos a los ricos, y mayores inversiones en servicios públicos que beneficien a los menos favorecidos. Este enfoque reconoce que las desigualdades estructurales no se pueden superar simplemente ofreciendo oportunidades iguales, sino que requieren una intervención activa para corregir los desequilibrios inherentes en la sociedad.
10. Las decisiones económicas no son tan racionales como nos hacen creer
Una de las suposiciones más comunes en la economía es que los actores económicos toman decisiones de manera racional, siempre buscando maximizar su bienestar.
Sin embargo, Chang argumenta que esta visión es simplista y no refleja la realidad de cómo las personas toman decisiones.
Las emociones, los sesgos cognitivos y las presiones sociales juegan un papel crucial en la toma de decisiones, lo que significa que las decisiones económicas a menudo no son tan racionales como los modelos económicos sugieren.
Este reconocimiento de la irracionalidad en la toma de decisiones tiene implicaciones importantes para la política económica. Significa que las políticas diseñadas bajo la suposición de que las personas siempre actúan de manera racional pueden fallar en la práctica.
Por lo tanto, los formuladores de políticas deben tener en cuenta los factores psicológicos y sociales que influyen en el comportamiento económico, y diseñar políticas que reflejen la complejidad de la toma de decisiones humanas.
Algunas conclusiones
«23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo» desmantela algunas narrativas que han sustentado el discurso económico dominante durante décadas. Al cuestionar mitos como la existencia de mercados libres y la superioridad inherente del sector privado, Chang abre la puerta a un replanteamiento del capitalismo tal como lo conocemos, el autor muestra que muchas de las creencias sobre el capitalismo no solo son erróneas, sino que han contribuido a una economía global marcada por la desigualdad y la inestabilidad.
El impacto del libro es significativo, ya que obliga a los lectores a reconsiderar sus ideas preconcebidas sobre cómo funciona la economía y cómo debería funcionar.
Es especialmente relevante en un contexto donde las fallas del neoliberalismo se hacen cada vez más evidentes. El libro es esencial para entender las fuerzas que moldean nuestras vidas económicas y en buscar alternativas que promuevan una mayor justicia y equidad social.