A menudo damos por sentada nuestra inteligencia y pensamos que esto es suficiente para salir adelante. Total, si sacamos buenas notas en la escuela y la universidad, eso debería garantizar el éxito en la vida real, ¿no? Pero la verdad es que la vida nos demuestra una y otra vez que ser “inteligente” no siempre es garantía de éxito.
Podemos ser brillantes en muchas áreas, pero aun así fracasar estrepitosamente en nuestra vida personal y profesional.
Esto se debe a que hay otras habilidades igual o mas importante que el coeficiente intelectual. Me refiero a lo que se conoce como “habilidades blandas” o “emocionales”, tan cruciales para relacionarnos y alcanzar nuestras metas.
Un claro ejemplo es el de las relaciones interpersonales, sean en la pareja, la familia o el trabajo. Puedes ser un genio para los números, hablar full inglés o tener varios posgrados, pero si no sabes relacionarte adecuadamente con las personas, tanto tu vida personal como profesional se van a ver seriamente afectadas.
Veamos el caso de una persona muy inteligente pero con poca inteligencia emocional. En lo personal, es posible que no sepa mantener una relación de pareja estable y satisfactoria, que sea distante con sus padres y hermanos, que no tenga verdaderos amigos. En lo profesional, es probable que no pueda trabajar en equipo, que sea incapaz de expresar sus ideas con asertividad, que no sepa relacionarse con jefes y colegas. Por más brillante que sea esta persona, todas estas falencias le pasarán factura.
Y es que las relaciones interpersonales son un ámbito donde las cosas son claramente multiplicativas, no aditivas. Una falla en lo personal inevitablemente se desborda a lo profesional. Si tienes problemas con tu esposa, eso se reflejará en tu estado anímico en el trabajo y en tu productividad. O si no te llevas bien con tus compañeros, esto creará un ambiente laboral tóxico que permeará todas las áreas.
Las promociones y ascensos en una empresa dependen tanto de las habilidades técnicas como de la capacidad de llevarte bien y trabajar en equipo. Puedes ser un crack en tu área, pero si eres conflictivo y no sabes relacionarte, es improbable que los jefes te den un ascenso o más responsabilidades. Incluso si eres el mejor ingeniero, si no tienes tacto para expresar tus ideas y aceptar las de otros, terminarás estancado. Las habilidades blandas aquí son multiplicativas.
Otro caso es el del emprendimiento. Muchos eran brillantes en la universidad. Pero a la hora de iniciar sus negocios, fracasaron estrepitosamente por no saber administrar a su gente, entender las necesidades del mercado, motivar al equipo, etc. Vemos que la inteligencia por sí sola no basta, se requiere inteligencia emocional para complementarla. De nada sirve crear el mejor producto o servicio si luego no conectas con tus clientes y trabajadores.
Hasta en la política vemos que los líderes más exitosos no son necesariamente los que tienen un CI más alto, sino los que dominan las habilidades blandas: oratoria, empatía, carisma, visión. Un presidente puede rodearse de los mejores economistas y cientistas políticos, pero si no sabe comunicar una visión e inspirar al pueblo, no será un líder transformador. Su inteligencia debe ir de la mano del talento para conectar emocionalmente.
Imagina que olvidas el cumpleaños de un amigo. Ese olvido es un pequeño error, pero si lo repites año tras año, su efecto no es solo aditivo. No es simplemente que hayas olvidado su cumpleaños tres veces, es que has enviado un mensaje multiplicativo sobre cuánto valoras esa relación. Con el tiempo, ese olvido repetido puede tener un impacto mucho mayor, multiplicando la distancia entre tú y tu amigo, en lugar de simplemente sumarla.
En conclusión, todos debemos recordar que hay áreas de la vida donde nuestro intelecto debe complementarse con otras habilidades, tanto o más importantes.
No somos máquinas, somos seres humanos emocionales que vivimos en comunidad. Equilibrar nuestras fortalezas técnicas o analíticas con las interpersonales es clave para una vida plena, en lo personal y profesional.
La inteligencia por sí sola no lo es todo, es una parte del rompecabezas.
Entender la diferencia entre lo aditivo y lo multiplicativo es vital en muchos aspectos de nuestra vida. Ya sea en nuestras finanzas, relaciones o cualquier otro ámbito, esta comprensión nos permite tomar decisiones más informadas y, en última instancia, llevar una vida más plena y satisfactoria.