Desde que Darwin presentó la idea de la selección natural, hemos tratado de entender por qué actuamos de cierta manera. En pocas palabras, la selección natural favorece los comportamientos que nos ayudan a sobrevivir y a tener más hijos.
Pensemos en la vida como si fuera un juego. En este juego, la naturaleza actúa como el entrenador que recompensa a los jugadores que utilizan las mejores estrategias para mantenerse en el juego. Si te comportas de forma que te mantienes seguro y puedes formar una familia grande, entonces has «ganado» según las reglas de la selección natural.
Lo que Darwin hizo fue ayudarnos a entender esas reglas del juego y por qué a veces actuamos de cierta manera. Es como si todos estuviéramos programados para intentar ser los mejores jugadores en este juego de la supervivencia. Queremos utilizar las estrategias correctas para mantenernos con vida, conseguir recursos y formar familias.
Al comprender las «reglas del juego», podemos explicar comportamientos que de otra forma parecerían extraños o contraproducentes. En el fondo, gran parte de lo que hacemos es para volvernos los «jugadores ganadores» en este gran juego de la evolución. Nuestros instintos están diseñados por la selección natural para darnos ventajas y ayudarnos a sobrevivir.
Sobre ser egoístas y ayudar a los demás
Piensa en dos niños en un parque. Uno no comparte sus juguetes y el otro sí. El niño que no comparte podría tener más juguetes para sí mismo. Pero, el niño que comparte tiene más amigos y recibe ayuda cuando la necesita. Así, Darwin decía que, a veces, ser generoso ayuda a sobrevivir, especialmente cuando vivimos en grupos donde todos se conocen y ayudan entre sí.
Esto es como cuando tienes dos estrategias en un juego. El niño que no comparte juega a corto plazo: protege lo que tiene ahora. Pero el niño que comparte está pensando a largo plazo: aunque pueda tener menos juguetes por un momento, gana amigos, y eso puede ser más útil a futuro. Si un día olvida su colación del colegio o necesita ayuda, esos amigos estarán allí para él. Darwin nos mostró que en la vida, a veces, lo que parece una pérdida a corto plazo puede ser una gran ganancia a largo plazo, especialmente cuando vivimos y trabajamos juntos en comunidad.
Darwin señaló que el comportamiento egoísta era favorecido en términos de supervivencia y reproducción. Los individuos que se protegían a sí mismos y a sus familias cercanas tenían una mayor probabilidad de transmitir sus genes a las siguientes generaciones. Sin embargo, el altruismo, aunque puede parecer un inconveniente en una lucha directa por la supervivencia, tenía un valor en sociedades pequeñas donde la confianza y la reciprocidad eran claves.
Aquí, la reputación se convertía en un pilar de la cooperación, y como afirmó Darwin, el apareamiento y la supervivencia. Las diferencias en las prioridades reproductivas de hombres y mujeres llevan a dinámicas de apareamiento distintas, donde, en términos generales, los hombres compiten por las mujeres, mientras que las mujeres buscan recursos y protección.
Cultura versus instintos
Imagina que naciste amando los chocolates trencito pero creciste en una cultura que no los consume. Tu biología te dice que los ames, pero la cultura te enseña a evitarlos. Así, nuestros instintos y la cultura a veces chocan, pero otras veces se ayudan mutuamente.
Es como tener dos voces en tu cabeza. Una te dice: ¡Come ese chocolate, es demasio rico! y la otra voz dice: «Mejor no, aquí no se acostumbra y podrían verte mal». En algunos casos, lo que sentimos naturalmente y lo que nuestra cultura nos dice puede entrar en conflicto. Pero en otros momentos, esas dos voces pueden trabajar juntas. Por ejemplo, si en tu cultura se valora el compartir, ese mismo amor por el chocolate podría llevarte a compartirlo con alguien más, creando lazos y amistades. Entonces, aunque a veces puedan chocar, nuestra biología y cultura también tienen el potencial de hacer un gran equipo.
No podemos olvidar la profunda interacción entre biología y cultura. Si bien la selección natural da forma a nuestros instintos básicos, la evolución cultural ha influido en la creación de normas y valores. Esta interacción es bidireccional, la biología puede influir en la cultura, pero a su vez, la cultura puede ejercer presión sobre qué características son favorecidas por la selección natural.
Cómo nuestro pasado afecta nuestras decisiones
Warren Buffett, decía que a veces tomamos decisiones rápidas por miedo, porque así sobrevivieron nuestros antepasados. Por ejemplo, en la antigüedad, si oíamos un ruido en el bosque, era mejor correr por si acaso era un depredador. Pero en el mundo moderno, ese mismo miedo nos puede hacer tomar decisiones apresuradas, como vender acciones cuando el mercado cae. No puedo olvidar la anecdota de mi abuela. Cuando era pequeña y vio un auto por primera vez, el ruido y la velocidad la asustaron tanto que se metió rápidamente detrás de un cerco de moras. Imagínate el susto que sintió al ver algo tan diferente a lo que estaba acostumbrada.
El miedo, evolucionó para ayudarnos a anticipar el peligro y el dolor.
Piénsalo como si tu mente fuera un antiguo software de computadora programado para un mundo muy diferente. En tiempos antiguos, necesitábamos reacciones rápidas y estar siempre alerta para no ser devorados por un depredador. Era como estar en un videojuego donde cada decisión podía ser cuestión de vida o muerte.
Hoy, esos viejos programas aún funcionan en nuestra mente. Por eso, a veces sentimos ansiedad y estrés aún cuando no hay un peligro real, como hablar en público o cambiar de trabajo. Es como si ese oftware interno que llevamos dentro no alertara de un «peligro» basado en reglas antiguas.
Sin embargo, a pesar de estas limitaciones, hemos aprendido el valor de trabajar juntos, compartir y explorar. Aunque en el pasado el miedo nos protegía, en el mundo actual, ser amable, hacer amigos y trabajar en equipo son las habilidades que realmente nos ayudan a sobrevivir y prosperar. Es una actualización del software, adaptándonos al juego de la vida moderna.
¿Qué aprendemos de todo esto?
Aunque somos producto de la evolución, también tenemos la capacidad de aprender y adaptarnos. Es importante entender nuestras raíces para tomar mejores decisiones en el presente.
Siglo XXI, más allá de Darwin
Ya sabemos que la adaptabilidad es clave para la supervivencia. Pero hoy, esto va más allá de evitar ser devorados por un dientes de sable en la sabana africana. Adaptarse en el siglo XXI significa manejar el exceso de información, prepararnos para trabajos inexistentes y cuidar nuestra salud mental.
El mundo cambia a un ritmo vertiginoso. Antes, una carrera duraba toda la vida; ahora, lo que hemos aprendido hace unos años quizás ya no sirva. Las apps de moda, rápidamente son reemplazadas. Quienes se aferran al pasado se quedan rezagados.
Pero no se trata solo de tecnología. Con tanta información circulando, la salud mental cobra más importancia que nunca. Saber desconectar, decir “no” y encontrar calma es fundamental para adaptarse.
Y no hablamos sólo del individuo. Como sociedad, enfrentamos enormes retos, como el cambio climático. Si no nos adaptamos y cambiamos hábitos, el planeta sufrirá las consecuencias.
Afortunadamente, los humanos hemos demostrado que somos increíblemente resilientes. Hemos encontrado formas de trabajar desde casa, conectar con lejanos y apoyarnos en tiempos difíciles. Las comunidades se fortalecen al recordar el valor de la unión.
Adaptarse y destacar
¿Sientes que te quedas atras de los cambios?
- Saber que el miedo es natural te ayudará a enfrentarlo.
- Has aprendido mucho a lo largo de los años. ¡Aprovécha es conocimiento en favor tuyo!
- Al igual que nuestros antepasados se adaptaron a nuevos ambientes, tú puedes adaptarte a los cambios laborales aprendiendo nuevas habilidades.
- Al igual que en pequeñas comunidades, tu reputación en el trabajo es vital.
- Ayudar y colaborar con otros puede ser tu mejor carta de presentación.
- Pide opiniones y usa ese feedback para mejorar.
- Al igual que debes entender tus instintos, entiende también la cultura actual del trabajo.
- Cada cambio es una oportunidad para aprender algo nuevo.
Conclusiones
A pesar de que hemos crecido con ciertas maneras de actuar, lo bueno es que podemos aprender y adaptarnos a los cambios.
Esto nos ayuda a enfrentar nuevos retos y seguir adelante.
Pero también es importante entender de dónde venimos y cómo eso influye en lo que hacemos, especialmente porque el mundo de hoy es muy distinto al de nuestros antepasados.