La intensidad y la constancia son claves para la excelencia, tanto en los deportes como en los negocios o con el retos de la vida misma. Veamos el ejemplo de un corredor de maratón. En una carrera, debe darlo todo y correr con una intensidad máxima para obtener su mejor tiempo. Pero solo podrá rendir así en la competencia si entrena con constancia día a día, año tras año. Los entrenamientos diarios, la disciplina nutricional, el cuidado muscular, requieren una dedicación sostenida.

Lo mismo aplica a un emprendedor construyendo su negocio. Durante una ronda de financiamiento, debe enfocarse 100% en preparar una presentación convincente e interactuar con intensidad con posibles inversionistas. Pero llegar a ese punto crucial requirió constancia en desarrollar la idea, validar el modelo de negocio, construir el producto, una tarea de años….

O pensemos en un estudiante que se prepara para un examen importante. Estudiará con gran intensidad la noche anterior, con absoluta concentración. Pero esa intensidad solo tendrá verdadero valor si durante el semestre fue constante en asistir a clases, tomar apuntes, realizar tareas, repreparándose consistentemente.

La intensidad y la constancia trabajan juntas, se retroalimentan. La constancia en el trabajo duro genera habilidades y resistencia que permiten intensificar el esfuerzo cuando es necesario. Y períodos de intensidad enfocada renuevan la motivación para mantener el esfuerzo constante a largo plazo. Como en tantas cosas, el equilibrio es la clave.

Ya sea en los negocios, el deporte, las artes o la educación, la grandez y el dominio dependen de la interacción entre darlo todo y darlo siempre; entre la intensidad pura y la perseverancia disciplinada. Esa es la receta para lograr nuestros objetivos.