«Jugarse la piel» o «Skin in the Game» es el último libro de la serie filosófica Incerto escrita por Nassim Taleb. En esta obra, Taleb profundiza en el tema de la asimetría de riesgos, investigando por qué algunos individuos transfieren sus riesgos a otros, y por qué la sociedad les permite hacerlo.

Además, explora cómo asumimos las consecuencias de las decisiones de otras personas y cómo podemos aprender a tomar responsabilidad por lo que sucede, no solo en nuestra propia vida, sino también en el mundo en general. La idea principal del libro es que solo aquellos que ponen en juego sus propios intereses y su propia piel son los que verdaderamente impulsan a la sociedad hacia adelante.

El término «piel en el juego» fue acuñado originalmente por Warren Buffett y se refiere a la participación de la alta gerencia en el capital de una empresa. No obstante, Taleb ofrece una interpretación más amplia de este concepto. Él habla de un equilibrio universal que implica que cada persona debe obtener ganancias de sus actividades y asumir la responsabilidad directa de sus decisiones en todo momento.

Utilizando el concepto de «piel en el juego», Taleb explica por qué el mundo está gobernado por la minoría más intolerante, cómo en la actualidad hay más esclavos que en el Imperio Romano y por qué no se debería dar dinero a organizaciones benéficas organizadas, entre otros temas. Este libro es una invitación a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones y acciones afectan a nosotros mismos y al mundo en que vivimos.

1. Las disposiciones clave del concepto de «pieles en juego»

Nassim Taleb, en su concepto de «pieles en juego», sostiene que el verdadero aprendizaje surge a través de la experiencia y el error, y enfatiza la importancia de asumir responsabilidad y arriesgar nuestros propios intereses al interactuar con el mundo real (Taleb, n.d.). Para Taleb, la «piel en el juego» es esencial para adquirir conocimientos auténticos y significativos, ya que nos enfrenta a las consecuencias de nuestras acciones y nos impulsa a tomar decisiones responsables.

Según Taleb, el conocimiento respaldado por resultados prácticos no es suficiente para garantizar una evaluación adecuada de los eventos si quienes toman decisiones no tienen «piel en el juego», es decir, no asumen una responsabilidad directa por las consecuencias de sus acciones (Taleb, n.d.). Taleb ilustra esto con el ejemplo de los defensores de intervenciones militares, quienes no enfrentan directamente las consecuencias del éxito o fracaso de las campañas militares y, por lo tanto, pueden actuar en función de sus propios intereses sin asumir responsabilidad por los resultados.

Taleb identifica tres errores principales que cometen las personas en estas situaciones:

  1. Piensan en términos estáticos en lugar de dinámicos, lo que significa que no avanzan ni consideran estrategias a largo plazo.
  2. Enfocan su atención en escalas pequeñas en lugar de grandes, lo que les impide distinguir problemas multidimensionales de características unidimensionales (por ejemplo, en el ámbito de la salud, el nivel de colesterol sería una característica unidimensional).
  3. No tienen en cuenta que toda acción implica oposición, lo que les impide prever las consecuencias de sus acciones y la reacción de la parte receptora.

Cuando el sistema falla, estas personas suelen atribuir el fracaso al azar, escondiéndose detrás del fenómeno del «cisne negro». Como resultado, el mundo tiende a ser gobernado por individuos inadecuados y desconectados de la realidad, simplemente porque no asumen riesgos ni enfrentan las consecuencias de sus decisiones.

La noción de «piel en juego» ha estado profundamente arraigada en la historia humana. Por ejemplo, los líderes militares y los partidarios de la guerra solían liderar personalmente a sus ejércitos y enfrentar los mismos riesgos que los soldados comunes. Para contrarrestar la burocratización moderna de la sociedad, en la que los funcionarios no son directamente responsables de sus acciones, Taleb propone la descentralización como solución (Taleb, n.d.).

La descentralización se basa en un principio simple: cuanto más pequeña es la sociedad, mayor es la responsabilidad de su representante. Si no redistribuimos conscientemente la responsabilidad, este proceso ocurrirá de manera natural pero en una forma más cruda: un sistema en el que los participantes no asumen responsabilidad personal por sus acciones está tan desequilibrado que, tarde o temprano, colapsará.

2. La simetría como garantía de un sistema equilibrado.

Desde tiempos inmemoriales, el concepto de «piel en el juego» ha servido como un mecanismo implícito para equilibrar las relaciones humanas. Como señala Nassim Taleb, esta idea se manifiesta en diferentes contextos a lo largo de la historia.

El Código Hammurabi y la simetría en las interacciones humanas

El Código Hammurabi, creado en Babilonia hace 3.800 años, es uno de los documentos legales más antiguos conocidos. Su objetivo central era lograr un equilibrio en las interacciones humanas para que nadie pudiera eludir el riesgo. Un ejemplo emblemático de esta filosofía es el principio «ojo por ojo», que se origina en las leyes de Hammurabi.

En el ámbito financiero, el riesgo de cola es aquel que surge de eventos raros e improbables, como cambios drásticos en el precio de un activo. Estos eventos se denominan «cola» porque se ubican en los extremos de una distribución gaussiana.

La regla de oro en el Levítico y su aplicabilidad a nivel nacional

En el Levítico, tercer libro de la Torá y el Antiguo Testamento, se encuentra una versión más suave del Código Hammurabi: la regla de oro moral. Esta norma, que insta a tratar a los demás como uno desearía ser tratado, es aplicable tanto a nivel interpersonal como entre países. Para los países, la regla sería: «Trata a los débiles como deseas que los fuertes te traten».

El imperativo categórico de Kant y la necesidad de reglas simples y claras

Kant propuso el imperativo categórico, según el cual una persona debe comportarse de acuerdo con reglas que tienen fuerza de ley para todos, en cualquier situación. Sin embargo, el comportamiento universal puede tener consecuencias indeseables. En un entorno en constante cambio, la adaptabilidad es clave, por lo que se requieren reglas simples y claras.

El enfoque de Fat Tony: un equilibrio de ganancias y pérdidas

Taleb sugiere el enfoque de Fat Tony, un personaje de su libro «Antifrágil»: no dañar a los demás y no permitir ser dañado. Las ganancias y pérdidas deben acordarse explícitamente, como en un contrato de seguro. Si se rompe este equilibrio, los riesgos ocultos se acumulan, lo que puede conducir a un colapso, como ocurrió con la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos.

El problema de la agencia y el conflicto de intereses

El problema de la agencia se refiere al conflicto de intereses entre accionistas (propietarios de la empresa) y altos directivos (agentes contratados por ellos). Cada parte tiene sus propios objetivos y opera en diferentes entornos de mercado. El propietario espera que la tarea se realice en su interés, mientras que el gerente, que posee más información, puede usarla en beneficio propio o del director.

En el contexto del seguro, esto puede generar problemas. Por ejemplo, si sabes que estás enfermo y deseas obtener un seguro antes de que la compañía se entere, puedes estar transfiriendo tus riesgos a otras personas que no deberían soportarlos.

En este caso, los costos adicionales de tu tratamiento recaerán sobre personas inocentes, lo que ilustra cómo el conflicto de intereses en situaciones como esta puede generar desequilibrios y consecuencias indeseables.

En resumen, Nassim Taleb destaca la importancia de mantener un equilibrio en las relaciones humanas, ya sea a nivel interpersonal, entre países o en el ámbito empresarial.

A lo largo de la historia, diferentes filosofías y enfoques han abordado este problema, como el Código Hammurabi, la regla de oro en el Levítico y el enfoque de Fat Tony.

La clave para evitar conflictos de intereses y riesgos ocultos es establecer reglas claras y simples que garanticen un equilibrio en las interacciones y el reparto de riesgos.

3. Igualdad en la incertidumbre.

La discusión sobre la ética en las transacciones comerciales nos lleva a la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto debe ser un vendedor sincero con el comprador? ¿Es ético vender algo a un precio elevado si se sabe que el precio caerá pronto?

Los comerciantes a menudo argumentan que fingir vender un producto escaso a precios exorbitantes, sabiendo que pronto habrá un excedente de mercado y los precios caerán, es inaceptable cuando se trata de otros profesionales. Sin embargo, realizar tales acciones en un mercado anónimo parece permitido.

Este dilema ético fue objeto de debate entre filósofos griegos antiguos. Diógenes de Babilonia sostenía que un vendedor debe revelar solo la cantidad de información que exige la ley. Por otro lado, Antipater de Tarso argumentaba que todo debería ser lo más transparente posible: el vendedor debe revelar incluso más de lo que exige la ley y el comprador debe tener el mismo conocimiento que el vendedor.

Como señala Nassim Taleb, aunque la postura de Antipater es más exigente que la de Diógenes, la moralidad suele ser más rigurosa que las leyes. Con el tiempo, es la ley la que debe adaptarse a los estándares éticos y no al revés.

La realidad de las normas éticas dentro y fuera de los grupos

Es común que las personas apliquen diferentes normas éticas según si están tratando con miembros de su propio grupo o con extraños. Por ejemplo, ciertos grupos étnicos pueden respetar un código de conducta entre ellos, pero no exigir lo mismo a los demás.

Lamentablemente, es imposible comportarse éticamente con todos sin excepción. Los seres humanos están diseñados para agruparse, y es natural que tratemos a los extraños de manera diferente a como tratamos a los miembros de nuestro grupo. En lugar de intentar aplicar una moral universal, es más constructivo trabajar en la construcción de relaciones armoniosas entre diferentes grupos.

Por ejemplo, en una aldea, los residentes interactúan más y se ayudan mutuamente porque la sociedad está compuesta por personas específicas y conocidas. Por otro lado, en las grandes ciudades, las relaciones suelen basarse en principios de moral universal, donde la sociedad es una entidad anónima y las normas éticas básicas se aplican en menor medida.

4.El dominio de las minorías intransigentes: el inicio y la victoria de grupos inflexibles

La clave de cualquier sistema complejo radica en que el comportamiento del conjunto no está determinado únicamente por el comportamiento de sus componentes individuales.

La interacción entre los elementos del sistema es más crucial que su naturaleza intrínseca. Conocer información sobre una hormiga en particular no nos revelará cómo funciona el hormiguero en su totalidad.

Todas las asimetrías se fundamentan en la regla de la minoría.

Tan pronto como una minoría con una mentalidad específica y comprometida con el principio de «tener piel en el juego» alcance el 3-4% de la población total, la mayoría se somete a sus demandas. El principio de «la mayoría decide» resulta ser una mera ilusión. La minoría inflexible prevalece.

Por ejemplo, en los Estados Unidos, donde los judíos constituyen un porcentaje relativamente pequeño de la población total, es más probable que la limonada en una fiesta sea kosher en lugar de no serlo.

Para el fabricante, es más fácil satisfacer de inmediato las demandas de una minoría activa, ya que a los no judíos no les importa si la limonada es kosher o no, pero un judío no beberá limonada común. Una simple regla dentro del sistema cambia toda su dirección.

Toda sociedad se divide en una minoría intransigente y una mayoría flexible.

Su relación se basa en la asimetría de elección. La adopción de las normas de las minorías se ve afectada por dos factores principales:

  1. Geografía: si una minoría vive en un gueto o simplemente separada, la regla no se aplica.

  2. Precio: si, a diferencia del ejemplo anterior, donde producir limonada kosher no es mucho más costoso que la regular, la fabricación de un producto específico es considerablemente más cara, la regla se aplicará con menos intensidad.

Veamos cómo funciona este proceso:

Paso 1. Supongamos que en una familia de cuatro miembros, la hija adolescente es una minoría obstinada que se niega a consumir alimentos etiquetados como «OGM».

Paso 2. Inicialmente, los miembros de la familia cumplen con su regla, ya que los productos se compran para todos.

Paso 3. En un picnic comunitario, los otros tres miembros de la familia siguen la regla, ya que nadie cocinará por separado y la minoría persiste.

Paso 4. El supermercado local se adapta a la regla de varias familias, ya que a la mayoría no les importa qué comprar y es más fácil para la tienda adquirir productos a granel.

Paso 5. Luego, el proveedor mayorista se ajusta y el sistema continúa adaptándose a los nuevos requisitos.

Un ejemplo típico de asimetría es la respuesta a la pregunta de por qué los polacos ayudaron tan poco a sus vecinos judíos. Sí, ayudaron, pero para salvar a un judío, se necesitaban siete polacos, mientras que para denunciar a ambos, solo uno.

No obstante, la regla de la minoría funciona en ambos sentidos: incluso Alejandro Magno entendió que un león liderando un ejército de ovejas es mejor que una oveja liderando un ejército de leones. No cabe duda de que un pequeño grupo de ciudadanos decididos puede cambiar el mundo.

Todo nuestro progreso económico y social se basa en la postura de un reducido número de personas altamente motivadas que viven según el principio de «tener piel en el juego». Estas personas son capaces de influir en las decisiones y el curso de la sociedad, llevándola hacia el cambio y la evolución.

Entender y aceptar el poder de las minorías inflexibles es esencial para comprender cómo se desarrollan y transforman las sociedades a lo largo del tiempo.

 

5. Cómo poseer legalmente a otra persona

Los empleados, a menudo considerados como los esclavos modernos de nuestra época, trabajan por salarios y dependen únicamente de ellos, temiendo ser despedidos y perder su única fuente de ingresos.

Nassim Taleb destaca que, a pesar de que los empleados pueden costar más que los contratistas independientes, los empleadores aceptan voluntariamente este acuerdo, ya que adquieren la lealtad y el compromiso de sus empleados.

Según Taleb, contratar empleados es una estrategia de minimización de riesgos que se remonta a la antigüedad. Los romanos, por ejemplo, encomendaban la gestión financiera familiar a los esclavos porque era más fácil castigarlos que a un hombre libre. Además, el mejor esclavo es aquel que se le paga en exceso, consciente de ello, y teme perder su estatus al saber que no podrá obtener el mismo nivel de ingresos en otro lugar.

Nassim Taleb señala que el principal inconveniente de los esclavos modernos es que a menudo toman decisiones importantes basadas en cómo su jefe evaluará su trabajo, en lugar de utilizar el sentido común.

Este comportamiento se debe a que están completamente distanciados de las consecuencias de sus propias acciones, o a que las consecuencias a largo plazo no están directamente relacionadas con su comportamiento a corto plazo.

Taleb describe a los individuos que no viven según el principio de «piel en el juego» pero dictan a los demás qué hacer, comer, hablar, pensar y por quién votar, como «idiotas intelectuales» (IYI)

Estos individuos suelen ser políticos, gerentes, periodistas y graduados de universidades prestigiosas. La solución, según Taleb, es hacer que estos individuos pongan su propia piel en el juego y asuman la responsabilidad directa de sus acciones.

6. Inteligentes pero idiotas (IYI)

Nassim Taleb observa que, desde 2014, ha habido un fenómeno mundial en el que la gente común se rebela contra estos «idiotas intelectuales».

La razón principal de esta rebelión es la percepción de que estas personas no viven según el principio de «piel en el juego» y, sin embargo, dictan cómo deben vivir los demás.

Según Taleb, las características distintivas de los «idiotas intelectuales» incluyen:

  • Su habilidad principal es aprobar exámenes que ellos mismos inventaron o escribir artículos que otros como ellos leerán.
  • No pueden distinguir entre ciencia real y pseudociencia.
  • Tienden a sacar conclusiones sobre un conjunto a partir de sus componentes individuales.
  • Condenan a otros por acciones que no entienden, sin darse cuenta de que quizás el problema es su propia falta de comprensión.

La característica principal de estos individuos es la creencia de que actúan en interés de las personas y saben exactamente cuáles son estos intereses.

Sin embargo, cuando las decisiones de la sociedad difieren de las ideas de los «idiotas intelectuales» sobre lo que es mejor, estos últimos etiquetan a la sociedad como «inculta». Si la elección del pueblo coincide con sus deseos, lo llaman democracia; si no, lo consideran populismo.

Taleb argumenta que los «idiotas intelectuales» pueden comprender la lógica de primer orden, pero les resulta difícil ver todo el sistema en el contexto de los efectos de segundo y tercer orden.

La solución, según él, es exigir que estos individuos asuman la responsabilidad directa de sus acciones y pongan su propia piel en el juego.

Al hacerlo, se asegura de que las decisiones que tomen estén directamente relacionadas con las consecuencias que puedan enfrentar en caso de un resultado negativo.

7. Desigualdad y «piel en el juego»

Existen dos tipos de desigualdad:

  1. La desigualdad obvia y soportable: la mayoría de las personas aceptan con calma la diferencia entre ellos y, por ejemplo, Miguel Ángel. Esto también se aplica a empresarios exitosos, héroes, gobernantes y cualquier persona que pueda ser abierta y sinceramente admirada.

  2. La desigualdad oculta y difícil de soportar: en apariencia, la persona con la que se compara no es diferente, pero ha logrado «hackear» el sistema y enriquecerse. El hecho de que no haya alcanzado su posición o riqueza de manera independiente o incluso deshonesta les impide admirar a esta persona. Esta categoría incluye banqueros, funcionarios adinerados y altos directivos.

El segundo tipo de desigualdad se percibe como una injusticia, ya que en el concepto de «esclavo rico» existe una profunda disonancia. Nassim Taleb explica que en cualquier sociedad, una persona que se enriquece con un salario causa desprecio, no admiración.

En aquellos países donde la riqueza se obtiene mediante sobornos, patrocinio político y creación de instituciones reguladoras, el beneficio de uno se percibe como una pérdida directa para otro.

La gente comprende que quienes son pagados según métricas formales a menudo manipulan datos, ocultan riesgos y reciben bonificaciones por ello, para luego retirarse y culpar a su sucesor por los problemas posteriores.

La desigualdad puede ser estática y dinámica.

El enfoque estático no tiene en cuenta la ergodicidad (intersección temporal). La vida es un proceso continuo de cambio y el enfoque estático no lo refleja. En Estados Unidos, por ejemplo, el 10% de la población pasará al menos un año de su vida entre el 1% más rico, lo cual es menos probable en Europa, aunque nominalmente más igualitaria.

La desigualdad dinámica (ergódica) tiene en cuenta todos los eventos pasados y futuros posibles. La igualdad no se puede lograr simplemente ayudando a los pobres o imponiendo restricciones administrativas. Solo se puede lograr mediante la rotación basada en el principio de «piel en el juego»: hay que hacer que los ricos asuman el riesgo de dejar el 1% superior.

Lo opuesto a la ergodicidad es la absorción.

Si una persona se enriquece y no comete errores críticos, el sistema lo mantendrá en ese nivel; si desciende a la clase media baja, será difícil salir. Mientras tanto, las personas en la cima tienen muchas posibilidades de caer.

Muchos sistemas políticos y económicos están construidos para apoyar a las élites actuales. La absorción impide el funcionamiento de los ascensores sociales: la ausencia de posibles pérdidas para algunos significa la ausencia de un posible aumento para otros.

8. Tiempo – el principal juez

 La fragilidad implica vulnerabilidad al daño.

El tiempo equivale al daño físico y la supervivencia se refiere a la resistencia frente a las consecuencias destructivas del tiempo.

El tiempo es el mejor juez no solo para objetos, sino también para personas, ideas, libros, teorías científicas, etc. Sin «piel en el juego» o enfrentar la realidad, ni objetos, personas ni teorías pueden ser evaluados adecuadamente. Si algo persiste a lo largo del tiempo, podemos concluir que es resistente a la destrucción.

La resistencia a la destrucción es la base del «efecto Lindy».

Este efecto sugiere que la esperanza de vida de una idea o tecnología suele ser proporcional al tiempo que ya ha existido. Por ejemplo, si un espectáculo de Broadway ha tenido éxito durante 100 días, se espera que dure otros 100.

Si ha durado un año, hay muchas posibilidades de que siga existiendo durante mucho más tiempo. El efecto Lindy se aplica a conceptos no perecederos: libros, tecnologías, instituciones públicas, sistemas políticos, etc.

Una copia impresa de Guerra y Paz puede deteriorarse y desmoronarse, pero la novela en sí no perderá su relevancia atemporal.

Sin embargo, lo más importante del efecto Lindy no es solo el hecho de que algunos libros de filósofos antiguos han superado el filtro del tiempo y han llegado hasta nuestros días, sino también que las personas que aplican sus ideas han sobrevivido durante un largo período.

Entonces, si tu abuela de 90 años 7e da algún consejo, considéralo una guía de acción valiosa y de alta calidad, ya que su vida es una confirmación real de haber pasado exitosamente el filtro Lindy.

9. Cómo distinguir a un verdadero experto

Un auténtico experto no debería parecer un experto en absoluto.

Si se encuentra en una situación en la que debe elegir entre dos cirujanos, uno bien parecido, afeitado y con un diploma de una universidad Ivy League, y otro con apariencia de carnicero, opte por el carnicero.

Recuerde que en la vida real, lo que importa es el resultado, no las apariencias. Sin embargo, en el contexto de jerarquías y evaluaciones estandarizadas, la apariencia es crucial. Aunque en algunos casos, la apariencia puede correlacionarse con habilidades, como en el caso de un atleta en forma. Si una persona no se asemeja a aquellos que asociamos con éxito en su profesión y, aun así, tiene éxito, esto es motivo para prestarle atención. Esta idea ha pasado la prueba del tiempo y ha demostrado ser resistente al efecto Lindy: recuerde el dicho «No es oro todo lo que reluce».

Tenga en cuenta la regla: si algo se verifica y se predice con exactitud, es probable que sea una trampa.

Los planes de negocio solo sirven para engañar a los ingenuos y, generalmente, los elaboran quienes quieren ganar dinero rápidamente y vender la empresa, dejando todos los riesgos en manos de otros.

La mayoría de las corporaciones modernas, como Microsoft, Apple, Facebook y Google, fueron creadas por personas con una fuerte motivación intrínseca y compromiso con sus negocios, y crecieron por sí mismas. Atraían financiamiento adicional para ingresar a nuevos mercados, pero inicialmente, la compañía se desarrollaba con sus propios recursos.

No sucumba a la tentación de complicar las cosas.

Si alguien tiene dolor de cabeza, es mejor recetarle aspirina y decirle que descanse en lugar de apresurarse a realizar una lobotomía, aunque esta última parezca «más científica».

Las personas que no arriesgan su propia «piel en el juego» tienden a complicar las cosas para ocultar su incompetencia. Después de todo, se les paga por ello, por lo que dedican más tiempo y buscan soluciones más difíciles (y costosas).

Considere el gimnasio. Allí se usan máquinas caras que ejercitan grupos musculares muy específicos y tienen poco efecto en la resistencia general del cuerpo. Esto es: a) caro; b) complicado; c) parece muy avanzado.

Sin embargo, el efecto Lindy demuestra que todo lo que necesita para mantenerse en forma es una simple barra. Si desea hacer ejercicio cardiovascular, corra en el parque, es gratuito.

10. Comercio en virtud

Nassim Taleb considera inmoral rebelarse contra un sistema de relaciones de mercado si el rebelde no vive en una choza en medio de una reserva. Si alguien predica algo, debe vivir de acuerdo con sus principios; de lo contrario, se le considerará un charlatán.

Taleb argumenta que si una persona no interactúa con la realidad, esta se convierte en una construcción especulativa. En su perspectiva, los pobres no son individuos específicos, sino una clase a la que se puede ayudar a través de conferencias y consultas internacionales.

Cuando se le pregunta directamente a un joven adinerado por qué no cede su lugar en una universidad prestigiosa a un compañero menos afortunado, la respuesta suele ser evasiva. Sin embargo, no hay ningún sistema social estable que justifique la inacción ante alguien que se ahoga solo porque nadie más lo ayuda.

En este sentido, el principio principal del «skin in the game» de Taleb es que si su vida privada real está en desacuerdo con los conceptos intelectuales que predica, entonces se invalidan los conceptos intelectuales, no la vida real.

La conclusión es que si sus acciones no se ajustan a una idea general, no la posee. Esta regla se aplica tanto a la ética abstracta como a situaciones prácticas. Si alguien intenta venderle un Lada pero conduce un Honda, es motivo de sospecha.

Taleb sostiene que la virtud no necesita publicidad. Aquellos que viven según el principio de «piel en el juego» no exhiben sus creencias, ya que son evidentes.

Según Taleb, las organizaciones benéficas modernas no son diferentes de la iglesia que vendía indulgencias.

La gente aún compra su «pase al cielo» con dinero y escribe sus nombres en la historia.

Sin embargo, la verdadera caridad requiere coraje y disposición para asumir riesgos, porque la virtud implica ayudar a los demás en detrimento de los propios intereses, no solo a las personas buenas, sino también a aquellos a quienes la sociedad rechaza. Casi todas las organizaciones benéficas olvidan esta última categoría.

Taleb afirma que el valor es la única virtud que no se puede fingir. Para los jóvenes que desean cambiar el mundo, ofrece los siguientes consejos:

  1. No presuma de sus virtudes;
  2. No viva del soborno ni de la renta;
  3. Emprenda un negocio propio. Asuma riesgos y, cuando se haga rico, comparta generosamente con los demás. No mire el mundo desde macroconceptos y formas universales; enfoque los detalles. El emprendimiento es la mejor manera de lograr esto.

11. Riesgo y racionalidad.

No es apropiado evaluar la fe religiosa y las supersticiones populares en términos de su concordancia con las verdades científicas. Son dos entidades distintas. La fe es, ante todo, una herramienta, no un producto final.

La religión puede compararse con la visión: el ojo humano fue creado para representar la realidad de manera útil para la supervivencia, no necesariamente con la mayor precisión científica. La distorsión no solo es posible, sino necesaria.

Las personas que exageran los riesgos tienen más probabilidades de sobrevivir.

Así, la religión y las supersticiones populares, basadas en distorsiones y exageraciones, han demostrado ser eficaces al ayudarnos a evitar consecuencias negativas.

La humanidad logró sobrevivir antes del surgimiento de la ciencia oficial. La supervivencia es primordial; la correspondencia con la verdad y la comprensión científica vienen después. Como dijo el filósofo inglés Hobbes, «primero sobrevive, luego filosofa».

La teoría de la racionalidad limitada sugiere que no podemos comprender y procesar la realidad como lo haría una computadora.

Inevitablemente, nuestras decisiones no serán completamente racionales, ya que la evolución nos ha dotado de mecanismos de desviaciones y distorsiones.

Desconocemos mucho acerca de nosotros mismos y solo podemos inferir nuestras verdaderas opiniones mediante la técnica de «identificación de preferencias». No tiene sentido preguntarle a alguien qué piensa sobre un producto o cómo justifica su elección. En cambio, debemos prestar atención a sus acciones reales.

Las distorsiones y desviaciones son útiles, ya que sin ellas no habría progreso.

Sin «errores», no tendríamos penicilina, quimioterapia ni nuestra propia existencia. Por eso, el gobierno no debe imponer lo que las personas «deberían» hacer; la evolución se encargará de ello.

La ciencia no puede explicarlo todo, incluso los propios científicos lo reconocen.

Por lo tanto, no debemos desacreditar las supersticiones y creencias que han ayudado a las personas a sobrevivir durante milenios. Según la teoría de las «preferencias reveladas», solo las acciones físicas son relevantes, no las palabras.

Por ejemplo, en Papúa Nueva Guinea, existe la creencia de que no se debe dormir debajo de un árbol seco. La explicación no importa si el concepto funciona desde el punto de vista de la supervivencia.

Lo racional es aquello que beneficia la supervivencia.

Todo lo demás son construcciones mentales que pueden o no relacionarse con la realidad. Lo que importa es que las sociedades que siguen las leyes de una religión en particular sobreviven, no la institución religiosa en sí. La supervivencia nunca ocurre por casualidad.

Las leyes de kashrut pueden parecer irracionales para los ajenos, pero la sociedad que las sigue ha sobrevivido durante milenios, y ese hecho habla por sí mismo.

12. La lógica de la toma de riesgos.

Como ya sabemos, según el autor, una situación no se considera ergódica cuando la probabilidad observada en el pasado no es aplicable a procesos futuros. Existe una barrera absorbente que las personas con piel en el juego no pueden superar y que, en última instancia, acabará con todo el sistema.

A esta situación se le denomina «destrucción completa», ya que es imposible recuperarse de ella. El principal problema es que, si existe la posibilidad de destrucción, el análisis de costo-beneficio pierde su sentido.

El análisis de costo-beneficio, desde el punto de vista de la economía social, es una forma de calcular y evaluar los costos y beneficios sociales asociados con cualquier proyecto económico.

Imaginemos que un grupo de personas decide jugar a la ruleta rusa con un premio de $1 millón. Aproximadamente cinco de cada seis se beneficiarán. Si se utiliza el análisis estándar de costo-beneficio, se podría argumentar que cada jugador tiene un 83,33% de posibilidades de ganancias, y la ganancia promedio «esperada» por disparo es de $83,333.

Sin embargo, si se juega a la ruleta rusa constantemente, tarde o temprano acabarás en un cementerio. Entonces, ¿de qué ingresos esperados podemos hablar?

Si el sistema inicialmente implica la posibilidad de destrucción completa, los «datos confirmados estadísticamente» y las conclusiones «científicas» no son suficientes, como señala el autor.

Desde el punto de vista de las estadísticas puras, no hay nada peligroso en fumar un cigarrillo. Por lo tanto, una persona que siga el método de análisis de costo-beneficio consideraría irracional renunciar a un placer tan grande debido a un riesgo tan pequeño. Sin embargo, fumar como acción repetida en serie mata. El sistema originalmente planteó la posibilidad de destrucción completa.

 El gran defecto en la visión del mundo del hombre moderno, según el autor, es percibirse como una entidad separada.

La mayoría cree que lo peor que puede sucederles es la muerte. Aunque, en realidad, lo peor que puede suceder es la muerte propia más la de sus hijos, parientes, mascotas, etc. La muerte de un individuo no es tan terrible como la de todo el grupo.

La jerarquía de riesgos es la siguiente:

1) en primer lugar, el ecosistema;

2) le sigue la humanidad;

3) después, los grupos étnicos;

4) comunidades individuales;

5) familia, amigos, mascotas;

6) y, por último, un individuo separado.

El ser humano es mortal y frágil. Sin embargo, es la fragilidad de los elementos individuales del sistema (si son renovables) lo que garantiza la estabilidad general del sistema.

Si la vida humana no estuviera limitada por la naturaleza, las personas morirían rápidamente debido a epidemias o degradación acumulativa. La vida corta nos garantiza la variación genética.

El riesgo personal para salvar al equipo es coraje y prudencia en una sola botella, porque de esta manera se reduce el riesgo para toda la sociedad.

Por lo general, las personas confunden el riesgo de «destrucción total» con sus variaciones.

Hay dos tipos de eventos aleatorios: de gravedad moderada y extrema.

• Los eventos moderados tienen un riesgo secundario pequeño y afectan al individuo, no a toda la comunidad.

• Los eventos de gravedad extrema, por definición, afectan a muchas personas, lo que significa que tienen un efecto sistemático (los eventos de gravedad media no lo tienen).

Los riesgos multiplicativos, es decir, progresivos (por ejemplo, asociados con epidemias) siempre se relacionan con eventos de extrema gravedad.

Por otro lado, el hecho de que una persona pueda ahogarse en su propio baño se refiere al riesgo de un evento de gravedad moderada, ya que no afecta a otras personas y no crece exponencialmente.

En este sentido, es imposible comparar la mortalidad por Ébola y la mortalidad por negligencia en el baño; estos son riesgos de categorías completamente diferentes.

Tenemos derecho a elegir el grado y la calidad de los riesgos asumidos.

Podemos correr el riesgo de fumar y librar a la sociedad del individuo miope, o podemos crear nuestro propio negocio, invertir nuestra alma y piel en él, aceptar la necesidad de pagar por los errores, arriesgarnos y así reducir el riesgo general para toda la humanidad en su conjunto.

La verdadera racionalidad, como sugiere el autor, es una estrategia para evitar el riesgo de destrucción total al tomar decisiones informadas y asumir menos riesgos, donde tu piel, sin embargo, participa en el juego.

Ideas más importantes

Así, el concepto de «piel en el juego» abarca:

• el mundo real y asuntos concretos en lugar del mundo ficticio de construcciones intelectuales; • conocimiento práctico, sin depender de la ciencia teórica como solución universal a todos los problemas; • simplicidad en lugar de complejidad en la presentación; • compromiso e interés en el trabajo, en vez de estancamiento en una rutina interminable; • el honor como un compromiso existencial y la disposición a aceptar riesgos.

Enfócate en las acciones reales de las personas, en lugar de cómo las justifican. Lo único que realmente importa es si alguien está dispuesto a asumir la responsabilidad directa de sus decisiones. Solo entonces se puede confiar en esa persona.

Ciudadanos comunes, policías, pescadores, activistas políticos y empresarios: todos arriesgan su piel, asumen riesgos y se responsabilizan de sus errores. Políticos, altos ejecutivos, banqueros, la mayoría de los científicos y periodistas, no lo hacen.

A nivel global, un sistema sobrevive solo si sus miembros tienen algo que perder y están dispuestos a compartir el riesgo de fracaso entre ellos.

El principio de «piel en el juego» es aplicable no solo como estrategia para minimizar riesgos en la gestión empresarial, sino también en otros aspectos de la vida cotidiana.

La justicia social solo es posible si hay una simetría de riesgos y una desigualdad dinámica. Si una barrera absorbente en el sistema impide la libre circulación de elementos, el sistema comenzará a acumular riesgos ocultos que, inevitablemente, conducirán a la destrucción total.

Contrariamente a la creencia generalizada, el mundo está gobernado por una minoría con piel en el juego, no por una mayoría flexible e inerte.

A veces, esto puede llevar a consecuencias indeseables (por ejemplo, extremistas radicales tomando el poder en un país), pero el mismo principio también ofrece esperanza: si hay un 3-4% de personas comprometidas en la sociedad, pueden cambiarlo todo.

Debemos evitar la estupidez intelectual. La educación formal no garantiza la habilidad para procesar y analizar hechos.

No te desconectes de la realidad; interactúa con eventos reales en lugar de construcciones especulativas.

El único criterio para la calidad de un sistema, idea o teoría científica es su resistencia al paso del tiempo y su capacidad para evitar la destrucción total.