El sistema educativo Chileno es un escenario complejo, participan muchos actores; colegios, fundaciones, profesores, directores, políticas públicas, y, por supuesto, los estudiantes.
Sin embargo, hay un actor que muchas veces queda en segundo plano en las discusiones sobre educación; los padres.
El argumento predominante sugiere que si los niños no rinden bien, la culpa recae casi automáticamente en los profesores y en el sistema escolar. Pero, ¿y si este enfoque está mal planteado desde la raíz? ¿Y si la verdadera clave del éxito académico de nuestros hijos no está en la sala de clases, sino en lo que sucede en el hogar?
El mito del profesor como el único salvador
En la narrativa popular, existe una creencia implícita en que los profesores tienen la capacidad (y la responsabilidad) de convertir a cualquier estudiante en un alumno ejemplar.
Si un niño tiene malas notas o no rinde bien en pruebas estandarizadas como el SIMCE, PSU o en pruebas de contenidos, los padres muchas veces recurren al comodín: «El profesor no es lo suficientemente bueno» o «El colegio no hace bien su trabajo»….»El profesor me tiene mala»
Esta actitud es comprensible, porque es más sencillo buscar un culpable externo que reflexionar sobre lo que podría estar fallando dentro del hogar. Pero la verdad es que los profesores, por más dedicados que sean, no pueden sustituir el papel esencial que juegan los padres en el desarrollo de sus hijos.
Un profesor tiene a su cargo a 30, 40 o incluso más estudiantes por clase. Por muy capacitado que esté, su capacidad de personalización de la clase es limitada.
El aprendizaje, es un proceso acumulativo que requiere esfuerzo y continuidad, algo que solo se logra con un entorno de apoyo constante. Aquí es donde entran los padres.
La educación como proyecto familiar
El hogar es el primer lugar donde los niños aprenden a pensar, resolver problemas y regular sus emociones. Estas habilidades no se desarrollan en el vacío; son el resultado de la interacción diaria con los padres y otros miembros de la familia.
Un niño que crece en un ambiente donde se fomenta la curiosidad, donde se le enseñan hábitos de lectura, disciplina y responsabilidad, tendrá una ventaja significativa sobre aquellos que solo reciben formación en la escuela. Es lo que llamamos capital cultural y ventaja acumulativa. Y no necesariamente tiene que ver con recursos económicos.
Es ingenuo creer que la educación formal puede compensar por completo las carencias de un entorno familiar poco estimulante. Los padres no solo deben complementar la enseñanza escolar, sino también crear una cultura de aprendizaje en casa.
Esto no significa forzar a los niños a estudiar durante horas sin descanso, sino involucrarse activamente en su proceso educativo: leer juntos, explorar temas que les interesen y enseñarles a gestionar su tiempo y sus deberes en casa.
¿Por qué no es justo culpar solo a los profesores?
Culpar a los profesores por el mal rendimiento académico de un estudiante es como culpar al entrenador si un futbolista no entrena en casa. Un buen profesor puede motivar, guiar y facilitar el aprendizaje, pero no puede hacerlo todo. Los estudiantes pasan más tiempo en casa que en el colegio, lo que hace que el entorno familiar sea fundamental para consolidar lo aprendido en clase.
Las pruebas estandarizadas, por ejemplo, miden habilidades y conocimientos acumulados a lo largo del tiempo. Pretender que el éxito o el fracaso en estas pruebas depende exclusivamente de los profesores es simplificar un proceso mucho más complejo.
Un niño que no tiene hábitos de estudio en casa difícilmente logrará buenos resultados, sin importar cuán eficiente sea su profesor. Además, la actitud de los padres hacia la escuela influye en la motivación del niño: si los padres desvalorizan el rol del profesor, el niño probablemente hará lo mismo. Y esto lamentablemente es cada vez más habitual.
El efecto de la cultura familiar en el rendimiento
Esto se conoce como «capital cultural». No se trata solo de tener libros en casa, sino de generar un ambiente donde se fomente la curiosidad intelectual y el pensamiento crítico.
Por el contrario, los hogares donde se minimiza la importancia de la educación suelen crear obstáculos adicionales para los niños, que luego deben ser superados en la escuela.
Es cierto que las circunstancias socioeconómicas afectan el rendimiento escolar, pero incluso en situaciones difíciles, los padres pueden hacer una gran diferencia. La disciplina, el apoyo emocional y la enseñanza de habilidades básicas como la administrar bien su tiempo y la responsabilidad son factores que no dependen de recursos económicos, sino de voluntad y dedicación.
El papel del esfuerzo: No todos los problemas tienen soluciones mágicas
Hay una verdad incómoda en los padres de hoy: el aprendizaje es un proceso difícil y requiere esfuerzo. No hay atajos ni fórmulas mágicas. Los niños que aprenden desde pequeños a lidiar con la frustración y a esforzarse por alcanzar sus metas desarrollan una mentalidad de crecimiento que los prepara para el éxito.
Si los padres enseñan a sus hijos a evitar los desafíos o a buscar siempre la gratificación inmediata, están perjudicando su capacidad de aprender de manera efectiva.
Parte del problema radica en la tendencia de algunos padres a sobreproteger a sus hijos, eliminando obstáculos en lugar de enseñarles a superarlos.
Esta actitud va creando en los niños una falsa expectativa de que la vida siempre será fácil y que cualquier dificultad es culpa de alguien más, y en este caso generalmente del profesor.
Cómo pueden los padres mejorar el proceso educativo de sus hijos
Crear hábitos de estudio
Los niños deben aprender que el estudio es una parte normal de la rutina diaria, como lavarse los dientes o dormir. No tiene que ser una tortura, pero sí debe ser constante.
Involucrarse en la escuela
Conocer a los profesores, asistir a reuniones de apoderados y estar al tanto del progreso académico de los hijos demuestra interés y crea una actitud positiva hacia la educación.
Fomentar la lectura
La lectura es una de las habilidades más importantes para el desarrollo intelectual. Leer con los hijos y discutir libros y cuentos juntos es una gran instancia para compartir juntos.
Enseñar responsabilidad
Los niños deben aprender que sus resultados son el reflejo de su esfuerzo. La responsabilidad personal es una habilidad fundamental para su éxito académico y en la vida.
Establecer límites con la tecnología
Si bien la tecnología puede ser una herramienta útil, también es una gran fuente de distracción que puede salirse de control. Los padres debemos establecer límites claros para el uso de dispositivos electrónicos. Esto es algo que se está saliendo de las manos.
Ideas finales
Los padres somos los primeros educadores.
Los profesores son una pieza fundamental en el proceso educativo, pero no pueden sustituir el rol insustituible de nosotros, los padres.
La educación es un proyecto compartido, donde el colegio y la familia deben trabajar en conjunto. Esperar que los profesores solucionen todos los problemas académicos de los niños es injusto e irreal.
Los padres debemos asumir la responsabilidad de ser los primeros educadores de nuestros hijos, creándoles un entorno que fomente el aprendizaje y el desarrollo personal.
La educación comienza en casa, y es allí donde los niños aprenden las habilidades, valores y hábitos que los acompañarán toda la vida.
Si los padres nos involucramos en la educación de nuestros hijos, no solo mejoraremos su rendimiento académico, sino que también estaremos formando personas capaces de enfrentar los desafíos del mundo con confianza y determinación.