¿Alguna vez haz notado lo sencillo que es para un niño aprender algo nuevo en comparación con un adulto? . Yo siempre, cuando refurzo alguna materia del colegio con alguno de mis hijos.

A medida que crecemos y acumulamos experiencias, también cargamos con un «mochila» que, a veces, nos impide ver las cosas desde una perspectiva mas renovada. Esta mochila está compuesta de creencias, prejuicios, expectativas y hábitos que, aunque en ocasiones son útiles, también pueden ser grandes obstáculos en nuestro proceso de aprendizaje.

Desde pequeños, nuestra familia, la sociedad, y las experiencias nos enseñan «cómo deberían ser las cosas». Así, vamos construyendo una serie de creencias sobre el mundo y sobre nosotros mismos. A veces, estas creencias nos ayudan a navegar la vida con cierta seguridad, pero también pueden actuar como cadenas que nos van anclando a una sola forma de ver y entender las cosas

Pongamos un ejemplo simple: si desde pequeños se nos enseñó que solo hay una forma correcta de sostener un lápiz, cuando alguien nos muestre una técnica diferente, es probable que nos resistamos. Incluso si esa nueva técnica es más eficiente o cómoda, nuestro primer impulso podría ser rechazarla, porque contradice lo que hemos considerado «correcto» toda nuestra vida.

Este fenómeno no solo ocurre con habilidades simples, sino también con formas más complejas de pensamiento y comportamiento. Puede que nos sintamos incómodos o amenazados ante ideas nuevas que desafíen nuestras creencias más arraigadas. Y aquí es donde radica el problema: en vez de ver esas ideas como oportunidades para aprender y crecer, las vemos como amenazas a nuestra forma de entender el mundo.

Debemos reconocer que este mochila que cargamos, aunque tiene su utilidad, también nos limita. Aceptar que tenemos creencias arraigadas no significa que debamos abandonarlas todas, pero sí significa que debemos estar dispuestos a cuestionarlas y, si es necesario, a modificarlas.

El aprendizaje requiere humildad, la capacidad de admitir que no lo sabemos todo y que siempre hay espacio para mejorar.

Deberíamos aligerar esa mochila eliminando algunas creencias que ya no nos sirven, podríamos aprender con la misma maravilla y apertura que un niño.

Si realmente queremos aprovechar al máximo esta experiencia, es esencial reconocer y dejar de lado las creencias y prejuicios que nos limitan. Sólo así podremos descubrir todo lo que somos capaces de aprender y ser.