Me resulta imposible no establecer una relación entre «La Peste» de Albert Camus y el Covid-19. La notable similitud en el transcurso de los sucesos y en la conducta humana, refuerza la idea de que no logramos extraer lecciones de la historia.

Pienso que es bastante probable que Camus se haya inspirado en las crónicas de la gripe española, aunque también se señala a una epidemia de cólera en Orán en 1849. (A propósito de esa pandemia, redacté unas observaciones basadas en «El Jinete Pálido», las cuales pueden leerlas aquí.)

En este post, mi objetivo es trazar paralelos entre cada suceso descrito en la novela y los acontecimientos vinculados con el Covid-19. Hasta el momento, la semejanza es tan impresionante que parece como si estuviéramos ante un guion de una película. (Con «El Jinete Pálido» describiendo la gripe española es prácticamente la misma situación).

Resúmen de «La peste»:

I

La narrativa es el testimonio de un sobreviviente de la devastadora epidemia de peste que asoló Orán, una prefectura costera francesa en Argelia, por allá en los 40 del siglo pasado. La historia es contada por el Dr. Bernard Rieux, quien lideró las medidas de contención de la peste en la ciudad afectada.

La plaga cae de manera inesperada sobre esta ciudad, carente de vegetación y de canto de pájaros. Todo se inicia con la aparición de ratas muertas en las calles y hogares.

Pronto, miles de ellas son recolectadas diariamente en toda la ciudad. Ante la invasión de estos presagios sombríos, aún sin reconocer la catástrofe que amenaza a la ciudad, el Dr. Rieux envía a su esposa, quien padece una larga enfermedad, a un sanatorio de montaña. Su madre acude para asistirle en las tareas del hogar.

La aparición repentina: Al igual que en la peste,  COVID-19 surgió sin previo aviso, tomando a la mayoría del planeta desprevenido, sin una comprensión plena de su gravedad inicialmente.

II

El portero de la casa del doctor es la primera víctima de la peste. Aún así, nadie en la ciudad sospecha que la enfermedad que ha golpeado la ciudad es la peste. El número de casos aumenta día a día. El Dr. Rieux solicita un suero a París que ayuda ligeramente a los pacientes, pero se agota rápidamente. Se hace evidente para la prefectura de la ciudad la necesidad de declarar la cuarentena. Orán se convierte en una ciudad cerrada.

La respuesta inicial: Tanto en la historia como en la realidad de la COVID-19, hubo un período inicial de incertidumbre y negación antes de que se tomaran medidas más firmes para contener la propagación de la enfermedad.

La cuarentena: Tanto el bloqueo en Orán como las restricciones de distanciamiento social impuestas en todo el mundo durante la pandemia comparten similitudes. Ambas implican la limitación de los viajes, la prohibición de reuniones y eventos públicos, y la imposición de limitaciones a las actividades diarias.

Una noche, el doctor es llamado por Gran, un empleado de la oficina del alcalde y paciente de toda la vida, que el doctor atiende gratis debido a su pobreza. Su vecino, Cottar, ha intentado suicidarse. Las razones de este acto son desconocidas para Gran, pero posteriormente llama la atención del médico sobre el comportamiento inusual del vecino.

A raíz de este incidente, Cottar comienza a mostrar una cortesía inusual hacia la gente, a pesar de haber sido previamente retraído. El doctor sospecha que Cottar siente remordimiento y ahora intenta ganar el favor y el amor de los demás.

Gran, un hombre mayor, delgado y tímido, lucha para expresar sus pensamientos. No obstante, como descubre el médico más tarde, ha estado escribiendo un libro durante años en su tiempo libre y aspira a crear una obra maestra. Durante todos estos años, ha estado puliendo una única primera frase.

Al inicio de la epidemia, el Dr. Rieux conoce a Raymond Rambert, un periodista llegado de Francia, y a Jean Tarroux, un hombre joven y atlético con una mirada serena y ojos grises. Tarroux, desde su llegada a la ciudad semanas antes del estallido de la epidemia, mantiene un diario donde registra sus observaciones de los habitantes de Orán y la evolución de la epidemia. Posteriormente, se convierte en un estrecho aliado y colega del médico, organizando equipos médicos voluntarios para combatir la peste.

Desde la declaración de la cuarentena, los habitantes de la ciudad comienzan a sentirse como prisioneros. Se les prohíbe enviar cartas, bañarse en el mar, salir de la ciudad y son custodiados por guardias armados.

La ciudad se queda progresivamente sin alimentos, aprovechados por contrabandistas como Cottar. La brecha entre los pobres, condenados a una existencia miserable, y los ricos residentes de Orán, que pueden permitirse pagar precios exorbitantes por alimentos en el mercado negro, disfrutar de cafés y restaurantes y visitar lugares de entretenimiento, se amplía. Nadie sabe cuánto durará esta pesadilla. La gente vive al día.

Impacto en la sociedad: Tanto en la peste como en el COVID-19 se ha ido revelando la desigualda social. Vemos cómo las personas con mayores recursos tienen acceso a mejores tratamientos y mejores condiciones de cuarentena. Al contrario, los pobres viven en carne propia el acinamiento. ¿Recuerdas la declaración del Ministro Mañalich?

III

Rambert, sintiéndose un extranjero en Orán, anhela reunirse con su esposa en París. Primero a través de canales oficiales y luego con la ayuda de Cottar y contrabandistas, intenta escapar de la ciudad. Mientras tanto, el Dr. Rieux trabaja veinte horas al día atendiendo a los pacientes en las enfermerías.

Al ver el compromiso del médico y de Jean Tarroux, Rambert, cuando finalmente tiene la oportunidad de abandonar la ciudad, decide quedarse y se une a los equipos de salud de Tarroux.

En plena epidemia que se cobra un gran número de vidas, Cottar es la única persona en la ciudad que parece satisfecha con la situación, aprovechándola para hacer fortuna y sin preocuparse por la atención de la policía o el juicio que pesa sobre él.

Muchas personas que han perdido a seres queridos y han regresado de las instituciones de cuarentena, pierden la cordura y queman sus propias casas en un intento desesperado de detener la propagación de la epidemia. Los saqueadores aprovechan el desorden para robar lo que pueden llevarse.

Al principio, los rituales funerarios se realizan de acuerdo con todas las normas. Sin embargo, la epidemia se propaga tanto que pronto los cuerpos de los muertos tienen que ser lanzados en una fosa común, ya que el cementerio no puede recibir a todos los difuntos.

Posteriormente, los cuerpos comienzan a ser llevados fuera de la ciudad para ser incinerados. La peste ha estado rampante desde la primavera. En octubre, el Dr. Castel desarrolla en Orán un suero a partir del virus que ha infectado la ciudad, dado que este virus es algo diferente a su variante clásica. Con el tiempo, la peste neumónica se suma a la peste bubónica.

La respuesta humana ante la enfermedad:El miedo, la desesperación, el coraje y la resiliencia son temas recurrentes en ambas situaciones. La gente se ha unido para ayudarse mutuamente, pero también ha habido actos de egoísmo y perjuicio.

IV

Deciden probar el suero en un caso desesperado, el hijo del juez Othon. El Dr. Rieux y sus amigos observan durante varias horas la agonía del niño. No consiguen salvarlo. Lloran su muerte, la de un ser inocente. Sin embargo, con la llegada del invierno, en enero, comienzan a aparecer cada vez más casos de pacientes que se recuperan, como es el caso de Gran. Con el tiempo, se hace evidente que la peste comienza a perder fuerza y, exhausta, libera a sus víctimas. La epidemia está en declive.

Los residentes de la ciudad perciben este cambio de manera contradictoria. Pasan de la alegría a la desesperación. Aún no creen completamente en su salvación. Durante este período, Cottar mantiene un estrecho contacto con el Dr. Rieux y Tarroux, con quien sostiene

conversaciones sinceras sobre su temor de que, cuando termine la epidemia, la gente lo rechazará. En el diario de Tarroux, las últimas líneas, ya ilegibles, están dedicadas a él. De repente, Tarroux cae enfermo, infectado con ambos tipos de peste al mismo tiempo. El médico no consigue salvar a su amigo.

Una mañana de febrero, la ciudad, finalmente declarada libre, celebra el fin de un período terrible. Muchos, sin embargo, sienten que nunca volverán a ser los mismos. La peste ha dejado una huella en su carácter: un cierto distanciamiento.

Un día, el Dr. Rieux, en su camino a visitar a Gran, ve a Cottar, en un estado de locura, disparando a los transeúntes desde su ventana. La policía apenas logra neutralizarlo. Gran, por otro lado, retoma la escritura de su libro, cuyo manuscrito había ordenado quemar durante su enfermedad.

Al llegar a casa, el Dr. Rieux recibe un telegrama anunciando la muerte de su esposa. Siente un gran dolor, pero comprende que no hay nada fortuito en su sufrimiento. La misma angustia persistente lo ha atormentado durante los últimos meses.

Al escuchar los gritos de alegría provenientes de la calle, reflexiona sobre cómo cualquier alegría está amenazada. El microbio de la peste nunca muere, puede dormir durante décadas, y puede llegar el día en que la peste despierte nuevamente a las ratas y las envíe a las calles de una ciudad feliz.

La incertidumbre sobre el desenlace y el trabajo profundo sobre un tratamiento: Al igual que en la peste, COVID-19 ha experimentado oleadas de infección, sumiendo a las personas en un constante temor y duda sobre cuándo y cómo terminará la pandemia. Las vacunas llegan de esperanza a cientos de países que ven en ellas una solución al confinamiento y muerte de sus ciudadanos.

Conclusiones

La narrativa de la peste en Orán y la pandemia de COVID-19 destilan una cruda realidad: las crisis biológicas poseen la capacidad desmesurada de alterar la vida tal y como la entendemos. Representan, más allá de la desolación, un recordatorio brutal sobre la indispensable unión y cooperación que debemos fomentar como humanidad, subrayando la vitalidad de la solidaridad en este circo de constantes crisis.

Estas circunstancias desencadenan en nosotros una comprensión profunda de nuestra propia vulnerabilidad, a la vez que revelan nuestra intrínseca fortaleza. Nos instan a resistir, a persistir y, sobre todo, a cuidarnos mutuamente. Porque, al final del día, la supervivencia de uno depende del bienestar colectivo. La vida, de repente, se reduce a la esencia más pura y básica: sobrevivir y proteger.

La peste en Orán, el COVID-19, no son simplemente enfermedades devastadoras. Son potentes catalizadores para la reforma y la reflexión, que nos obligan a repensar nuestra existencia, a valorar nuestras relaciones y a desentrañar las fibras de nuestra resiliencia. A través de la lente de estas crisis, podemos vislumbrar el tejido de nuestra humanidad, tanto en su fragilidad como en su fortaleza.

Por lo tanto, en este ruedo de crisis, la lección más crítica que podemos aprender es la necesidad de permanecer unidos.

Porque juntos, aun en tiempos de desesperación, podemos soportar y, finalmente, superar cualquier adversidad que se nos presente. La solidaridad y la cooperación no son meras palabras; son nuestra mejor y más efectiva defensa en el frente de batalla contra estos embates biológicos.