En su libro «10 Lecciones para el Mundo Post-Pandémico», Fareed Zakaria examina las repercusiones a largo plazo de la pandemia en ámbitos políticos, sociales, tecnológicos y económicos.
El autor sostiene que, si bien las verdaderas implicaciones de la pandemia solo se manifestarán en el transcurso de los años, es imperativo que nos adaptemos de inmediato, dado que el tiempo no espera y no contamos con alternativas.
Esta publicación se centra en el análisis de las enseñanzas que podemos extraer de la pandemia y en cómo podemos prepararnos adecuadamente para encarar el futuro.
Sobre el Autor
Fareed Zakaria es un analista político estadounidense, experto en asuntos internacionales, presentador de su propio programa en la CNN y autor de best-sellers de The Future of Freedom: Illiberal Democracy in the US and Beyond y The Post-American World of Tomorrow. La revista Esquire llamó a Zakaria «el asesor de política exterior más influyente de su generación».
El mundo de la post pandemia
La pandemia de COVID-19 no es el primer golpe en la historia humana reciente. Hemos enfrentado guerras, crisis financieras y ataques terroristas, todos acompañados de serias alteraciones políticas y económicas, pero quizás ninguno de ellos alcanzó proporciones tan significativas como el coronavirus.
Originalmente una crisis local, el virus se convirtió rápidamente en un problema global. Los países más estrechamente conectados cerraron sus fronteras, los gobiernos impusieron estrictos bloqueos y los sistemas de salud colapsaron ante la creciente demanda. El daño económico aumentaba a diario, y el mundo se encontraba al borde del colapso.
A corto plazo, logramos resistir. Las medidas adoptadas contuvieron parcialmente el aumento de casos, y las reservas acumuladas sostuvieron la economía mundial durante el cierre total. Sin embargo, Fareed Zakaria advierte que el impacto «duradero» de la crisis será mucho más grave que la recesión temporal y las molestias sociales. Las consecuencias económicas y políticas se prolongarán durante décadas, y ahora es el momento de adaptarnos al cambio.
La pandemia ha acelerado drásticamente el curso de la historia. Tendencias recientes alcanzaron su punto máximo en solo unas pocas semanas, generando inestabilidad. ¿Será esta la última pandemia, aunque tomemos todas las precauciones posibles? Improbable. ¿Podemos detener la digitalización y preservar el orden geopolítico existente, ignorando el surgimiento de nuevas fuerzas? Absolutamente no. Debemos reflexionar sobre cómo abordar la creciente desigualdad, tensiones sociales e internacionales, escasez de recursos y otros desafíos futuros.
Según Zakaria, nuestro mundo funciona bajo el principio de los «cisnes negros»: eventos impredecibles con consecuencias significativas. En el futuro, su número solo aumentará. La humanidad tiene tres posibles respuestas ante tales situaciones: miedo, negación y adaptación. La pandemia de COVID-19 demostró cuán devastadoras pueden ser las consecuencias cuando nos quedamos atrapados en las dos primeras etapas.
Invertimos miles de millones de dólares en preparativos para posibles acciones militares, pero nos negamos a considerar algo tan pequeño como un virus, a pesar de que termina teniendo un impacto devastador en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. El mundo moderno se asemeja a una red informática en la que el fallo de un elemento, incluso el más pequeño, puede llevar al colapso de todo el sistema. Es prácticamente imposible encontrar y neutralizar todos los elementos peligrosos.
Las crisis son inevitables, pero se pueden prevenir las catástrofes asociadas a ellas. Es hora de averiguar cómo adaptar el actual sistema internacional a la nueva realidad y qué pasos podemos tomar para iniciar este proceso de inmediato.
Lección 1: abróchate el cinturon
Vivimos en un mundo abierto, dinámico, pero altamente inestable. De tres características clave (apertura, velocidad y estabilidad), solo podemos elegir dos simultáneamente.
Por ejemplo, el sistema dinámico y estable de China es cerrado por definición, mientras que los sistemas abiertos y estables de los imperios austrohúngaro y otomano declinaron gradualmente debido a su lentitud.
Un sistema abierto y dinámico conlleva tensiones internas y desequilibrios. Aunque podemos prever algunas consecuencias negativas de este equilibrio de poder, la mayoría nos sorprenderá.
Por ejemplo, las pandemias futuras. La humanidad trata al medio ambiente de manera tan irresponsable que parece invitar a un contragolpe. La naturaleza tiene su propio remedio: los virus. SIDA, Ébola, SARS, gripe aviar, gripe porcina y, aparentemente, el coronavirus provienen de animales. Esto puede deberse al desarrollo rápido de nuevos territorios y la destrucción del hábitat natural de muchos animales, lo que aumenta la proximidad a aquellos que transmiten infecciones rápidamente.
Como afirma el médico estadounidense Larry Brilliant, «los brotes de enfermedades son inevitables, pero las pandemias son opcionales». Si bien es poco probable que podamos prevenir la aparición de nuevas enfermedades, si aprendemos a prepararnos con anticipación, tomar medidas tempranas y responder adecuadamente, podemos reducir rápidamente su propagación. Según Zakaria, los costos de prevenir y prepararse para varios escenarios son desproporcionadamente bajos en comparación con las pérdidas económicas que enfrentamos durante una crisis.
El desarrollo económico también conlleva riesgos. Por ejemplo, el consumo de carne. Además de los problemas ambientales y de salud asociados con la demanda excesiva de carne, existe un riesgo menos visible pero igualmente aterrador: la selección genética de animales de granja ha llevado a una falta de diversidad genética, lo que debilita las barreras inmunológicas. Las granjas se convierten en caldos de cultivo para patógenos.
Algunos científicos creen que uno de los principales problemas a los que se enfrentará la humanidad son las bacterias resistentes a los antibióticos, que se utilizan en exceso en la cría de animales. Esto se agrava por el cambio climático y la propagación de enfermedades tropicales.
Además de los riesgos naturales, también existen riesgos puramente humanos, como el uso potencial de enfermedades como armas biológicas, que son más baratas de desarrollar y difíciles de detectar en comparación con las armas nucleares.
Esto no significa que estemos condenados. El planeta es increíblemente resistente, y la humanidad es igualmente adaptable. Solo necesitamos comenzar a adaptarnos a las condiciones de creciente inestabilidad. Nassim Taleb propone en su libro crear sistemas antifrágiles que se fortalezcan a través del caos y las crisis.
Se puede equilibrar un sistema dinámico con seguridad. No podemos abolir todos los mercados de alimentos, pero podemos regularlos prohibiendo la venta de cadáveres de animales salvajes. Además, promover
un estilo de vida más saludable con un consumo reducido de carne tendrá un impacto positivo en la salud humana y el medio ambiente.
Pero lo más importante es que el mundo necesita sistemas de salud más sólidos y resilientes que puedan comunicarse libremente entre sí y compartir experiencias. No podremos vencer una pandemia mundial con una serie de acciones locales aisladas.
Según Zakaria, es fundamental que la humanidad se adapte a las condiciones de inestabilidad en aumento y comience a hacerlo ahora mismo. La clave es desarrollar sistemas que puedan enfrentar y crecer en medio del caos y las crisis, en lugar de sucumbir a ellas.
La cooperación internacional y la promoción de políticas y prácticas responsables en áreas como la salud, el medio ambiente y la seguridad son esenciales para minimizar los riesgos y garantizar un futuro más estable y sostenible para todos.
Lección #2: Lo esencial no radica en el tamaño del gobierno, ya sea grande o pequeño, sino en la calidad y efectividad de su actuación.
Todos los países han abordado la pandemia de distintas maneras. Corea del Sur, Nueva Zelanda y Taiwán, con gobiernos de centroizquierda, actuaron con mayor determinación frente al brote. La centro derecha no se quedó atrás: Alemania, Austria y Australia también implementaron medidas activas para combatir el virus.
México y Brasil, liderados por populistas fervientes, adoptaron un enfoque más relajado, al igual que Suecia, a pesar de su orientación de centroizquierda.
La diferencia entre estos países no radica únicamente en la inclinación política del partido gobernante, sino también en el sistema de gobierno en sí. Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur, países que respondieron rápidamente a la pandemia, implementaron pruebas masivas, rastrearon eficientemente a los infectados y redujeron significativamente la propagación de la enfermedad en etapas tempranas, cuentan con un número relativamente menor de funcionarios públicos. Por otro lado, Alemania, Dinamarca, Finlandia y Canadá, que también enfrentaron con éxito la pandemia, tienen un aparato estatal más grande. Esto nos indica, como señala Fareed Zakaria, que lo realmente importante no es si el gobierno es grande o pequeño, de centro-derecha o centro-izquierda, sino la calidad del mismo.
Tomemos, por ejemplo, a dos países: Gran Bretaña y Grecia. En el Reino Unido, la ideología antigubernamental ha prosperado desde la década de 1980. Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, el país redujo significativamente el número de agencias gubernamentales, y el populista Boris Johnson, escéptico hacia expertos y funcionarios, llegó a ser primer ministro. Su gobierno enfrentó mal la crisis pandémica, a diferencia de los países nórdicos. Sorprendentemente, Grecia, conocida por su torpe burocracia, tuvo un mejor desempeño en la crisis. El caso es que en Grecia, el liderazgo estuvo a cargo de un líder competente y tecnocrático que creía en la ciencia y el buen gobierno. A veces, un cambio en el tono del liderazgo marca la diferencia.
La simple expansión o contracción del gobierno no es suficiente para resolver problemas sociales. Un buen gobierno tiene poder limitado y líneas claras de autoridad. Los funcionarios gubernamentales deben tener suficiente autonomía, libertad de acción y la capacidad de emitir sus propios juicios.
Para lograr esto, es necesario contratar personas talentosas, comprometidas y dispuestas a servir a su país, recibiendo como recompensa respeto y apoyo. Taiwán y Corea del Sur también experimentaron situaciones difíciles en el pasado.
Partiendo de dictaduras corruptas y aprendiendo de las experiencias de otros, lograron crear en pocas décadas sus propios modelos exitosos de gobierno. Estas características unen a todos los países que han enfrentado con éxito la pandemia: la capacidad de aprender de los errores ajenos, aprovechar la experiencia de otros y extraer lecciones de la historia pasada.
Lección n.º 3: Los mercados libres por sí solos no son suficientes para abordar y resolver todos los problemas y desafíos
Hoy en día, muchos creen que el desarrollo de una economía de libre mercado es la única manera de abordar la creciente desigualdad e inestabilidad en el mundo laboral, causadas por la rápida innovación tecnológica y la competencia internacional. Sin embargo, según Fareed Zakaria, enfrentar estos problemas requiere la intervención del gobierno.
Aunque el libre mercado brinda oportunidades excelentes, generando dinamismo e impulsando economías estancadas, también tiene sus desventajas. El libre mercado produce no solo oportunidades, sino también desigualdad, rentabilidad y tendencias monopolísticas.
Durante la pandemia, nos dimos cuenta de que las personas deben ser recompensadas por un trabajo honesto, incluso si no genera ganancias instantáneas y tangibles. Médicos, científicos, maestros y conserjes realizan trabajos importantes cuya remuneración no refleja el beneficio que brindan a la sociedad.
Los países nórdicos ejemplifican una integración exitosa del estado y la economía libre. Han comprendido que el mercado abierto es una herramienta poderosa pero insuficiente, que necesita apoyo y protección. Al mantenerse abiertos al mundo y, al mismo tiempo, invertir en la adaptación de las personas a las nuevas condiciones, han logrado crear un entorno dinámico, democrático, sostenible e igualitario.
Dinamarca, por ejemplo, se sitúa constantemente en lo más alto de las clasificaciones internacionales de bienestar ciudadano, en gran parte debido a su política fiscal y la distribución de los fondos recaudados. El sistema está diseñado para generar ganancias mediante el mercado abierto y el libre comercio, para luego redistribuirlos entre los ciudadanos, garantizando igualdad de oportunidades.
Aunque los impuestos en Dinamarca representan aproximadamente el 45% del PIB del país, los ciudadanos trabajan menos, se toman más días libres y gastan menos en educación, atención médica, capacitación laboral y transporte, gracias a los programas de asistencia estatal.
El equilibrio alcanzado por los países nórdicos entre la seguridad laboral y la flexibilidad del mercado laboral les permite adaptarse al mundo globalizado moderno y, al mismo tiempo, reducir la ansiedad de la población ante las cambiantes condiciones de vida y trabajo.
No podemos aislarnos completamente del mundo ni detener la competencia global. Solo podemos enfrentar las tendencias globales con éxito variable. Una regulación estatal adecuada contribuirá a establecer una competencia sana y justa. La política fiscal debe ser formulada para beneficiar a los trabajadores, no al capital. El gobierno debería invertir en ciencia y tecnología, educación y reciclaje profesional con entusiasmo.
La tarea principal es ayudar a los ciudadanos a enfrentar la competencia global y la transformación tecnológica de manera directa.
Lección n.° 4: las personas deben escuchar a los expertos y los expertos deben escuchar a las personas.
En el mundo moderno, el valor de la opinión de los expertos parece disminuir debido a dos razones principales, como señala Fareed Zakaria:
- Los expertos hablan un idioma que la gente no entiende.
- Las personas tienden a tomar decisiones basadas en inclinaciones y prejuicios preexistentes en lugar de basarse en los hechos presentados.
Analicemos cada uno de ellos con más detalle. En una situación de pandemia mundial, debería quedar claro para todos que escuchar la opinión de los expertos es vital. Entre los estados que respetaron y prestaron atención a las advertencias de los científicos se encuentran países como Taiwán, Alemania y Grecia. En Brasil, Gran Bretaña y México, la situación fue radicalmente diferente. Según Zakaria, algunas características que distinguen a estos países incluyen transparencia, la ausencia de doble moral y una actitud favorable hacia los expertos por parte de sus líderes.
Además, Zakaria señala que la ciencia es un proceso de cognición en constante evolución y que ningún experto puede responder completamente a la pregunta de cómo superar la pandemia. Es importante no solo trabajar juntos, sino también explicar las razones de ciertas decisiones a través de esfuerzos conjuntos.
En cuanto a la percepción de la información, las personas toman decisiones basadas no en datos objetivos, sino en sus propias preferencias y creencias preexistentes. Por lo tanto, las personas deben aprender a pensar críticamente y encontrar expertos realmente autorizados que sean dignos de confianza. Pero, como menciona Zakaria, los expertos también deben aprender a escuchar a las personas y responder a sus preguntas en un idioma que entiendan.
La pandemia ha acelerado la digitalización de todos los ámbitos de nuestra vida y ha afectado significativamente el panorama laboral. En un futuro cercano, la mayoría de las empresas cambiarán a un modo híbrido, y la inteligencia artificial (IA) desempeñará un papel cada vez más importante en diversos campos, como la medicina.
Zakaria sugiere que hay dos escenarios posibles para el futuro del trabajo:
- La IA está reduciendo la cantidad de trabajos familiares, pero en su lugar se están creando nuevos. El Estado apoya a quienes experimentan dificultades para encontrar empleo y las personas tienen más tiempo libre y oportunidades tecnológicas para expresarse en creatividad.
- Las tendencias actuales abarcan todos los grandes ámbitos de la vida, pero el gobierno no responde a ellas y no desarrolla programas a gran escala para adaptarse a la nueva realidad. La desigualdad crece, los trabajos desaparecen, los ingresos reales se estancan y la calidad de vida se deteriora.
Estamos al borde de ambos escenarios, y cuál de ellos se hará realidad depende de nuestras acciones y decisiones, concluye Zakaria.
Según Fareed Zakaria, la urbanización es una tendencia global en aumento. En 1950, solo un tercio de la población mundial vivía en ciudades, pero en 2020, más de la mitad eran habitantes urbanos. La ONU estima que, para 2050, más de dos tercios de todas las personas vivirán en ciudades. ¿Representan las ciudades una amenaza desde el punto de vista epidemiológico?
Por un lado, como menciona Zakaria, los virus prosperan en espacios grandes, ocupados y densamente poblados. Durante la pandemia, muchas personas con medios económicos intentaron abandonar las ciudades y trasladarse al campo. Sin embargo, algunas de las ciudades más densamente pobladas, como Hong Kong, Singapur y Taipei, lograron enfrentar la pandemia de manera más efectiva que las áreas menos pobladas. Estas ciudades aprendieron de sus errores durante la epidemia de SARS y realizaron inversiones significativas en salud y saneamiento, lo que las preparó mejor para enfrentar el COVID-19.
Zakaria sostiene que las ciudades no van a desaparecer, y el proceso de desurbanización es muy improbable. Las ciudades son formas ideales de organización de la vida moderna, permitiendo a las personas comunicarse, trabajar, jugar y acumular capital económico y social juntos. Además, las ciudades suelen ser más seguras, con servicios como hospitales, estaciones de bomberos y policías más eficientes.
Para 2030, el 80% de las áreas metropolitanas se ubicarán en países en desarrollo. Zakaria sugiere que estas ciudades probablemente seguirán el ejemplo de París, donde la alcaldesa Anne Hidalgo propuso en 2020 un programa para convertir la ciudad en un lugar donde todo lo necesario esté a 15 minutos a pie de cada hogar. Esto implica que la metrópoli funcionará como un solo organismo, pero estará dividida en comunidades más pequeñas y manejables.
Según el autor, estamos entrando en un mundo de diversidad victoriosa en términos de ideas, industrias, profesiones, empresas y personas. Para que una sociedad prospere, necesita aprender a gestionar esta diversidad e incluso fortalecerse a expensas de ella. Las ciudades son un crisol natural y, quizás, el mejor para lograr esto, por lo que debemos prestar especial atención a la organización de la vida urbana.
Lección #7: La desigualdad aumentará
Fareed Zakaria señala que, contrariamente a la creencia popular, la desigualdad global ha disminuido en las últimas décadas. La brecha de ingresos entre las naciones más ricas y las más pobres se ha reducido, y la desigualdad dentro de los países comenzó a estabilizarse por primera vez después de un largo período de crecimiento.
El Banco Mundial analizó datos de 91 países entre 1993 y 2008 y concluyó que en 42 países aumentó la desigualdad, mientras que en 39 países disminuyó. Entre 2008 y 2013, las cosas mejoraron aún más, y la desigualdad disminuyó en dos países por cada país donde aumentó. Incluso en América Latina, conocida por sus sociedades jerarquizadas, en 12 de 16 países aumentó el porcentaje de mayor uso del bienestar general.
No obstante, Zakaria advierte que la pandemia de COVID-19 ha revertido gran parte de ese progreso. Después de un colapso económico general, viene una crisis de la deuda. Los países ricos pudieron enfrentar el impacto económico gracias a programas gubernamentales de apoyo, mientras que los países pobres con grandes obligaciones de deuda no pueden hacerlo fácilmente. En los próximos cinco años, de 70 a 430 millones de personas podrían volver a caer por debajo del umbral de la pobreza.
Además, según Zakaria, la calidad del sistema de salud de un país influirá en la diferencia entre países. Los viajeros evitarán quedarse en países con sistemas de salud débiles, lo que afectará negativamente a la industria del turismo en países como Tailandia, Filipinas y México, donde el turismo representa del 15 al 25% del PIB.
En el entorno empresarial, los grandes jugadores se hacen más grandes, mientras que los pequeños vegetan en la oscuridad. La pandemia ha acelerado esta tendencia, con gigantes como Amazon, Google, Walmart, Volkswagen, Carrefour, Siemens, Alibaba y Tencent expandiendo constantemente sus negocios a nivel internacional.
Para enfrentar esta tendencia, Zakaria sugiere que se necesita un enfoque más creativo de los negocios, como introducir programas a gran escala de educación adicional y readiestramiento profesional, y revisar el esquema de formación del impuesto sobre la renta.
Lección #8, la globalización no termina, sino que solo cambia de forma.
Muchos consideran que la pandemia es el último clavo en el ataúd de la globalización. A lo largo de las décadas, las personas se han opuesto a la globalización y han predicho su muerte inminente, escribiendo libros críticos y organizando movimientos políticos para resistirse a este proceso. Sin embargo, nadie ha logrado revertir su avance.
En la actualidad, numerosos países han tomado conciencia de su dependencia de proveedores extranjeros de medicamentos y suministros médicos. Políticos de países desde Europa hasta Japón e India han manifestado que su objetivo inmediato es repatriar la producción y reestructurar la cadena de suministro, haciéndola más flexible y manejable. Pero la suspensión del turismo, el cierre de fronteras y la revisión de los suministros son solo una pausa, no la desglobalización, ya que cualquier obstáculo al libre comercio solo ralentizará la recuperación.
La próxima pandemia podría ser drásticamente diferente a un virus respiratorio como el COVID-19. Incluso si los países trasladan parte de la producción médica de China a sus territorios, esto podría resultar en una medida completamente inútil en la lucha contra futuros peligros. Es simplemente imposible llevar toda la producción a casa. Es demasiado costoso y no es económicamente viable.
En lugar de ello, deberíamos considerar la creación de reservas estatales de suministros médicos esenciales, como ya se está haciendo con las reservas de combustible. Además, las empresas deben contar con su propio inventario de materiales y herramientas que les permita mantener la producción hasta que el sector privado responda a la repentina demanda asociada a la escasez de bienes extranjeros.
La riqueza es una parte importante, pero no dominante, de la mayoría de las economías modernas. En muchos casos, la columna vertebral de la economía es el sector de servicios, que por definición es difícil de exportar y está fuertemente regulado por el estado (por ejemplo, la medicina). Sin embargo, la principal tendencia moderna es el crecimiento de la economía digital, que por definición es global.
Empresas de todo el mundo venden sus productos a través de plataformas como Amazon, Facebook y Alibaba, y las herramientas digitales les ayudan a aumentar la productividad, mejorar el marketing y garantizar una entrega fluida. La economía digital se está desarrollando rápidamente, lo que significa que la globalización no está llegando a su fin, sino que simplemente está cambiando de forma.
Lección #9: China y Estados Unidos: Tensión creciente en un sistema bipolar
Durante mucho tiempo se creyó que ningún país del mundo podía competir con Estados Unidos, tanto en el ámbito económico como en el político. Sin embargo, hoy en día, como señala Fareed Zakaria, ya no es posible negar el poder de China. El mundo avanza hacia un sistema bipolar en el que ambos líderes están muy por delante de los rezagados.
Este equilibrio de poder se estableció principalmente porque el ascenso de China no debilitó a América, sino a Europa. Desde 1990, la participación general de los países de la Unión Europea en la economía internacional ha caído del 30% al 20% o menos. En el terreno geopolítico, la UE, como asociación integral, tampoco puede presumir de un gran éxito. Sin embargo, otros países están lejos incluso de esta liga. La economía de India es una quinta parte de la de China, y la de Rusia es una octava parte.
Por supuesto, en términos de capacidades militares, China sigue siendo más débil que Estados Unidos, pero en otros aspectos, como el económico y tecnológico, es un rival igual. La tensión entre los países está creciendo, al igual que su brecha con otros jugadores. ¿Significa esto que el conflicto es inevitable?
Según Zakaria, no necesariamente. Las contradicciones, por supuesto, no se pueden evitar, pero el conflicto está lejos de ser una consecuencia obligatoria de las relaciones establecidas. A menudo construimos nuestras predicciones sobre la experiencia del pasado.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los EE. UU. y la URSS dieron un salto adelante y casi de inmediato entraron en una nueva guerra fría entre ellos. Parece lógico suponer que algo similar ocurrirá ahora. Sin embargo, Shanghai y Washington mantienen relaciones mucho menos tensas. El modelo chino implica una extraña mezcla de economía liberal y mercantilista y política represiva. Pero incluso a pesar de esto último, China encaja mucho mejor en el orden internacional aceptado de lo que alguna vez lo hizo la Unión Soviética. Las superpotencias actuales están mucho más interconectadas económicamente, lo que, a pesar de sus desacuerdos, les anima a cooperar, como señala el autor.
Lección #10: cooperación internacional en un mundo cambiante frente a desafíos globales
Fareed Zakaria sostiene que COVID-19 ha impulsado a los países a centrarse en sus propios intereses. A pesar de esto, la historia nos muestra que, tras grandes crisis, los líderes mundiales han abogado por una mayor cooperación internacional. Zakaria señala que 75 años de relativa paz, el desarrollo de la democracia y el respeto por los derechos humanos son resultados de estos esfuerzos.
Los nacionalistas argumentan que la cooperación internacional no evitó la pandemia, pero según Zakaria, esto subraya la necesidad de fortalecer las relaciones internacionales, no debilitarlas. La OMS, a pesar de sus limitaciones, proporcionó ayuda invaluable a numerosos países.
Zakaria también destaca que los errores en la gestión de la pandemia se cometieron a nivel nacional, no internacional. La evolución del escenario global hacia un sistema multilateral, en lugar de multipolar, sugiere que ningún país podrá abordar los desafíos por sí solo. Un sistema internacional más inclusivo y democrático puede impulsar el desarrollo y ayudar a enfrentar problemas comunes, como el ciberespacio no regulado, la contaminación ambiental y el calentamiento global.
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Vivimos en un mundo abierto, dinámico e inestable. Es crucial adaptarnos a estas condiciones y enfrentar la incertidumbre con resiliencia.
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Al abordar crisis internacionales, lo más importante no es el tamaño o la ideología política de un gobierno, sino la calidad de las decisiones que puede tomar.
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La creciente desigualdad económica y la inestabilidad laboral requieren la intervención tanto de las fuerzas del libre mercado como de la regulación gubernamental.
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Es esencial que las personas aprendan a discernir y escuchar a los expertos críticamente, y que los expertos se comuniquen de manera efectiva con aquellos fuera de su círculo. La calidad de nuestra adaptación al nuevo entorno depende en gran medida de la interacción entre ambas partes.
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La digitalización y la disminución de empleos tradicionales son procesos inevitables. Para enfrentar exitosamente la crisis, los estados deben implementar programas amplios de apoyo gubernamental a los ciudadanos y fomentar nuevas condiciones laborales.
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A pesar del éxodo urbano durante la pandemia, la urbanización continuará avanzando. Esto es positivo, ya que el entorno urbano ayudará a la sociedad a enfrentar la creciente diversidad del mundo.
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La pandemia ha exacerbado una tendencia existente: los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres. Para superar esta crisis, es necesario establecer nuevas reglas de tributación y regulación empresarial.
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Aunque los políticos adoptaron una retórica proteccionista después de la pandemia, la globalización no puede detenerse. Por lo tanto, es mejor liderar este proceso.
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Estados Unidos y China son superpotencias económicas que han dejado atrás a sus competidores potenciales. Con tal equilibrio de poder, las tensiones son inevitables, pero una segunda guerra fría es más una opción que una inevitabilidad absoluta.
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El anhelo de los países por mayor separación e independencia es comprensible, pero resulta contraproducente: en el nuevo mundo multilateral, ningún país puede lograr nada por sí solo, ya sea China o Estados Unidos.