La lectura profunda, esa que nos hace sumergirnos de lleno en las palabras y sus significados, está en peligro de extinción. Y es que los dispositivos digitales y las redes sociales nos están acostumbrando a una lectura rápida y superficial.
Eso es preocupante, porque cuando leemos de forma profunda no solo obtenemos información, sino que ejercitamos nuestra capacidad de pensamiento crítico, imaginación y nos ayuda a formar nuestra identidad. Es una habilidad importante para ser «humanos».
Nuestro cerebro se está reconfigurando por el uso excesivo de pantallas. Ahora tenemos períodos de atención más cortos, pensamos de manera más superficial y es más fácil caer en adicciones o ser manipulados.
Y ojo, porque esto también puede estar debilitando las bases de la democracia. Una sociedad democrática necesita ciudadanos capaces de pensar de forma crítica y con compromiso con valores abstractos. De lo contrario, es más vulnerable a políticos populistas, autoritarios o demagogos.
La lectura profunda ha sido históricamente una fuerza transformadora. Por ejemplo, su difusión ayudó al surgimiento del protestantismo, la Ilustración y las democracias modernas.
Por eso, debemos tomar conciencia y esforzarnos para que la lectura profunda no se pierda. De lo contrario, corremos el riesgo grave y real de perder habilidades cognitivas y sociales fundamentales, poniendo en jaque el futuro de la democracia.