La verdadera libertad comienza en nuestra mente. Esta poderosa frase resume la esencia del mensaje de Epicteto, filósofo estoico que vivió hace casi 2.000 años.

En medio de un imperio romano dominado por el lujo y el poder, Epicteto nos recuerda que la auténtica libertad no depende de posesiones materiales, estatus social o las acciones de otros, sino de nosotros mismos. Este mensaje cobra aun mas valor sabiendo que parte de su vida fue esclavo.

¿Cómo lograr esta libertad? Epicteto explica que debemos distinguir cuidadosamente entre lo que depende de nosotros y lo que no. Nuestro cuerpo, posesiones, reputación y demás circunstancias externas están fuera de nuestro control. En cambio, nuestras valoraciones, deseos, impulsos y juicios dependen enteramente de nosotros. Ahí es donde reside nuestra libertad.

Cuando confundimos estas dos categorías, buscando controlar lo incontrolable, inevitablemente encontraremos obstáculos y sufrimiento. Pero cuando enfocamos nuestra energía en lo que sí podemos dirigir -nuestras mentes y actitudes-, hallamos  serenidad y felicidad duradera.

La clave está en examinar críticamente cómo percibimos e interpretamos el mundo. Las cosas en sí mismas no nos perturban, sino los juicios que hacemos sobre ellas. Al asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos, en lugar de culpar a otros, podemos moderar nuestras reacciones emocionales.

También debemos recordar que las circunstancias externas son transitorias por naturaleza. Aferrarnos a ellas es una camino seguro a la angustia. En cambio, si mantenemos presente su impermanencia, podremos desapegarnos con mayor facilidad cuando el cambio llegue.

La filosofía de Epicteto no implica volverse indiferente o apático. Más bien, nos invita a enfocar nuestra energía de manera productiva, distinguiendo entre lo mutable y lo permanente. Nuestras mentes son nuestro dominio, el terreno desde el cual podemos cultivar una vida serena.

Los obstáculos y contratiempos son inevitables. Pero en última instancia, la capacidad de mantener la calma y la perspectiva correcta depende de nosotros. Siguiendo los poderosos consejos de Epicteto, podemos alcanzar un estado de libertad interior que ninguna fuerza externa puede arrebatarnos. La verdadera fuerza yace en la mente de cada uno; y deberíamos hoy mismo a comenzar ejercitarla.


La vida de un padre de familia está llena de alegrías, pero también de desafíos. Ver a los hijos crecer y convertirse en adultos responsables es extremadamente gratificante. Sin embargo, la crianza no está exenta de momentos difíciles que ponen a prueba nuestra paciencia y fortaleza mental.

Como padres, nuestra mayor preocupación es proveer lo mejor para nuestros hijos. Queremos darles comodidad, educación, valores sólidos. Pero a veces, en nuestro afán de querer controlar todo para protegerlos, olvidamos una importante lección: distinguir entre lo que depende de nosotros y lo que no. No podemos proteger completamente a nuestros hijos de las adversidades de la vida. Simplemente no está en nuestras manos.

No podemos controlar la salud, las amistades o las circunstancias que nuestros hijos enfrentarán. Pero sí podemos moldear su carácter, (la forma que enfrentamos la vida) entregarles amor y  los valores necesarios para enfrentar los retos que se les presenten.

Tenemos la gran oportunidad de ser un ejemplo vivo de ecuanimidad en medio de la adversidad. Podemos orientarlos a valorar virtudes genuinas como la honestidad, la compasión y el respeto. Los niños copian y replican nuestro comportamiento, y ahí tenemos una gran responsabilidad y oportunidades de hacer las cosas bien.

Los bienes materiales que les dejemos serán efímeros. Pero los valores arraigados en su mente los acompañarán de por vida. Enfoquémonos, como padres, en cultivar su fortaleza interior.

La auténtica libertad depende de la capacidad de mantener la calma y la perspectiva correcta ante cualquier circunstancia. Si les enseñamos eso, habremos cumplido nuestro mayor propósito como padres.