El principio de reciprocidad. Ese peso en el aire después de que alguien nos da algo. Un regalo. Un favor. Un gesto. La obligación invisible que nos insta a devolver lo recibido. Poderoso y universal. Carga las relaciones humanas, dirige las interacciones. Siempre presente, aunque a menudo oculto.

Pensemos en un amigo. Ofrece su tiempo, su esfuerzo, para ayudarnos a cambiarnos de casa. Te invita a un asado en su casa. Te presta un libro que te encanta y lo tienes. No pide nada a cambio. Sin embargo, sientes la necesidad de devolver el favor. Quizás no hoy, quizás no mañana, pero lo sientes. 

La reciprocidad se extiende más allá del individuo. Pervive en la sociedad, las empresas, el marketing. Un vendedor te regala una muestra. El cliente regresa, compra. Una mano invisible que genera lealtad, construye relaciones. Una estrategia poderosa, si se utiliza correctamente.

Podriamos decir que esto es un tipo de chantaje suave. También le podriamos llamar corrupción. Y es muy común en tácticas comerciales.

Un proveedor de maquinaria agrícola le envía entradas para un clásico entre Colo-Colo y Universidad de Chile a un agricultor. Tiempo después, es hora de comprar nueva maquinaria para la temporada que se avecina. El agricultor cede porque siente un deseo enorme de no estar en deuda.

Pero, ¿cómo enfrentarlo? ¿Cómo equilibrar la balanza sin sentirse obligado o manipulado? La clave está en la autenticidad. Si damos, debemos dar sin esperar nada a cambio. Si recibimos, debemos hacerlo con gratitud, pero no con la sensación de deuda.

La reciprocidad debe ser un camino de dos vías, no una carretera de un solo sentido. Encontrar un equilibrio puede ser un desafío, pero es esencial para mantener relaciones sanas y significativas.

Pero hay estrategias. Primero, da de manera auténtica. No uses el principio de reciprocidad para manipular. Si das, hazlo sin esperar nada a cambio. Segundo, si sientes que alguien está tratando de manipularte, reconócelo. Rompe el ciclo. No debes nada. Tercero, agradece los gestos y favores, pero no te sientas obligado a devolverlos inmediatamente. Tu tiempo vendrá.

La reciprocidad, una fuerza invisible pero poderosa. Esencial para nuestras relaciones, vital para nuestras sociedades. Vital para el comercio mundial. Manejada con cuidado, con autenticidad, puede construir puentes, fortalecer lazos. Pero hay que recordar, siempre, que la verdadera generosidad no espera nada a cambio.