El laureado Albert Camus Premio Nobel de literatura, nos presentó en su cúspide una de las obras más influyentes del siglo XX, delineando una salida a la desesperación y reafirmando el valor de la existencia.
Influenciado por obras como Don Juan y las novelas de Kafka, estos ensayos comienzan con una meditación sobre el suicidio: la cuestión de vivir o no vivir en un universo desprovisto de orden o significado.
Con una elocuencia lírica, Camus nos presentó magistralmente una exposición crucial del pensamiento existencialista [Nunca he sido existencialista…. y tal vez no lo seré jamás, señaló en su visita a Chile en 1949]
Esto no es solo un libro. Es un desafío a la desesperanza, una llama en la oscuridad, una afirmación contra el vacío del universo. Es el pensamiento destilado en su forma más cruda, una confrontación desnuda con la realidad en sus términos más desalentadores, y aún así, es una luz en la oscuridad, un faro en medio de la tormenta.
En palabras concisas, con la sobriedad y la precisión que recordarían al estilo Hemingway, Camus teje un tapiz de reflexión y contemplación. Cada frase, cada palabra, es un golpe de fuerza en la pared de la indiferencia.
Este no es un libro para ser leído a la ligera. Es una llamada al coraje en la cara del absurdo, un himno a la resistencia en un mundo desprovisto de esperanza y significado.
Una llamada a un mundo carente de inteligencia, fe y esperanzas en el futuro. En este escenario, quien busca encontrar el sentido de la vida se halla ante dos alternativas cruciales: optar por la renuncia voluntaria a este mundo o enfrentar la desafiantemente la falta de sentido y la absurda naturaleza de la existencia.
Razonamiento Absurdo
El libro arranca con la premisa «donde lo absurdo, antes visto como una conclusión, se considera aquí como un principio». La pregunta fundamental que cualquier filosofía debería responder es la del propósito de la vida:
Solo hay un problema filosófico realmente importante: el problema del suicidio. Decidir si la vida merece o no ser vivida es contestar a una pregunta fundamental de la filosofía.
El suicida reconoce «que la vida ha terminado, que se ha vuelto incomprensible». Pero, ¿cuál es la base de su elección? La decisión de morir voluntariamente se gesta «en el silencio del corazón».
Sin embargo, los sucesos externos solo son un estímulo cuando «este pequeño… es suficiente para que estalle la amargura y el tedio acumulados en el corazón del suicida».