El cambio es una constante en nuestras vidas, y eso incluye nuestro propio cambio personal.

A medida que crecemos y nos desarrollamos, nuestras actitudes, creencias, comportamientos y perspectivas pueden transformarse en respuesta a nuevas experiencias, conocimientos y desafíos. Estos cambios pueden ser graduales o repentinos, positivos o negativos, pero son inevitables.

Yo, por ejemplo, he cambiado mucho desde que me casé y me convertí en padre.

Sin embargo, es cierto que nuestras mentes tienen la tendencia a buscar coherencia y consistencia. Así, muchas veces, creamos narrativas retrospectivas que intentan encajar nuestras acciones y decisiones pasadas en una historia coherente y lógica. Al hacerlo, a veces olvidamos o minimizamos los cambios que hemos experimentado, y nos percibimos a nosotros mismos como si siempre hubiéramos sido de una cierta manera.

Prácticamente, en el proceso olvidamos lo que alguna vez fuimos y pensamos.

Esto puede ser problemático porque puede llevarnos a una identidad rígida, donde nos sentimos encasillados en un conjunto específico de comportamientos. También puede limitar nuestra empatía y comprensión hacia los demás, ya que juzgamos el comportamiento actual de alguien basándonos en cómo eran en el pasado, sin tener en cuenta su capacidad de cambio y crecimiento.

Esto es algo bastante comun en la redes sociales, donde algunas personas sacan a relucir publicaciones de otras personas para enrostrarle lo que pensaban y creían hace 5 años atrás.

Sin embargo, es importante reconocer y aceptar que el cambio es parte de nuestra condición humana. Tenemos la capacidad de aprender, adaptarnos y evolucionar. La adaptabilidad es, de hecho, una de nuestras cualidades más importantes en el ser humano y una habilidad extremadamente valorada en el mercado laboral.

En lugar de descartar los cambios de comportamiento como regresiones o incoherencias, sería más beneficioso verlos como adaptaciones, aprendizajes o respuestas a nuevas circunstancias.

Reconocer que el cambio es posible (y probable) es esencial no solo para nuestro desarrollo personal, sino también para construir relaciones saludables y comprensivas con los demás.